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Voto de antonalva:
7
Drama Año 1990. Polonia acaba de abrirse al capitalismo. Entre la novedad de las cintas de VHS, las clases de aerobic y los discos de Whitney Houston, cuatro mujeres intentan lidiar con la represión sexual y los amores insatisfechos. Agata, atrapada en un matrimonio infeliz, se siente atraída hacia un cura. Renata, ya en su madurez, siente fascinación por su vecina Marzena, que quiere ser modelo. La hermana de Marzena dirige un colegio y ... [+]
6 de octubre de 2017
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine polaco es fuente inagotable de sorpresas, sopapos y soflamas, algunas veces son fogonazos pasajeros pero de calado (p. ej. Jerzy Kawalerowicz), otras son personalidades complejas y torturadas que nos acompañan durante décadas (el paradigma: Roman Polanski) o bien pueden ser autoridades tan intensas como añoradas (digamos Krzysztof Kieslowski), pero siempre nos tienen algo que decir y encuentran formas provocadoras, estimulantes e iconoclastas de expresarlo, adhiriéndose a nuestra retina cual pegajosa pesadilla que se hubiera encariñado de nuestra ingenuidad, de nuestra pulsión fisgona, no queriéndonos abandonar ya por nunca jamás a nuestro devastado infortunio… El joven cineasta Tomasz Wasilewski hace justicia a tan ilustre estirpe, ofreciendo un refinado y perverso estudio sobre los pantanosos límites de la libertad, sobre las volubles añagazas de la dicha y sobre la pertinaz tragedia del abandono. Casi nada.

Asistimos a un retablo sobre las pulsiones del amor, presenciamos un intrincado jeroglífico sobre las palpitaciones inconfesables del deseo, somos testigos entre asqueados y compasivos de las bajezas, contradicciones y trampas del sexo, somos registradores decepcionados de los espejismos y quimeras del amor… En fin, nos descubrimos – y condenamos – a nosotros mismos mientras creemos presenciar una historia lejana, gélida y ajena, originada en otra cultura, deudora de otra educación y lastrada con fealdades, zozobras y sofocos que nos resultan extraños y lamentables, un sinsentido gris y doloroso que deseamos apartar de un manotazo.

La dolorosa costumbre de la falta de libertad es una cárcel que perdura más allá de los límites temporales de su condena, nos aprisiona y condiciona nuestros movimientos y nuestra capacidad de visión, nos engaña y nos acobarda… a veces es más sencillo que nos digan lo que tenemos que hacer en vez de cargar con la dificultad de tomar nuestras propias decisiones que nos pueden acercar al éxito o abocar al fracaso. Es el miedo a la libertad que nos atenaza y que se vuelve en costumbre y cobijo, en hábito y castigo. Cuatro mujeres, cuatro historias, cuatro circunstancias, cuatro representaciones del fracaso, de la incomunicación, de la costumbre de anhelar lo que no tenemos y despreciar lo que hemos alcanzado. Las ramificaciones parecen tocarse e influirse, pero prevalece la melancolía y el aislamiento: estar en la misma habitación no implica acompañarse.

Las imágenes son portentosas, de una fuerza seca y abrupta que asemejan bofetones iracundos. Las pocas palabras son desoladoras y crueles, utilizadas como dardos y envenenadas con lágrimas de amargura. Todo el elenco es excelente y merece destacarse tanto por su arrojo físico como por su valentía emocional. Perturbador descubrimiento.
antonalva
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