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Voto de antonalva:
7
Bélico. Acción Abril de 1945, la guerra está a punto de acabar. Al mando del veterano sargento Wardaddy (Brad Pitt), una brigada de cinco soldados americanos a bordo de un tanque -el Fury- ha de luchar contra un ejército nazi al borde de la desesperación, pues los alemanes saben que su derrota estaba ya cantada por aquel entonces. (FILMAFFINITY)
17 de enero de 2015
20 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos viene bien que nos recuerden que la guerra es mala, aun cuando parezca que se gane. No hay batalla que no conlleve bajas ni ideales que no impliquen matanzas, sacrificios humanos o inmolaciones al (supuesto) bien común. Los regímenes totalitarios han sido durante el siglo XX maestros en la mentira, tergiversación, propaganda, falsedades, distorsiones, manipulaciones, para hacer creer que había sacrificios necesarios para el pueblo porque más allá, mañana, pasado mañana quizás, se iba a alumbrar un paraíso terrenal de dicha, felicidad, igualdad, prosperidad y justicia (palabras intercambiables y cambiantes, pero en esencia son las mismas, sean de la ideología que sean). ¿Hasta qué punto tiene el heroísmo una falaz imagen de altruismo y entrega? ¿No se trata más bien de mangoneados subalternos de ínfimo grado que se prestan a dar sentido a una vida que de otra forma pasaría desapercibida?

Aquí, en las postrimerías de la II Guerra Mundial asistimos a la carnicería y aniquilación de los tanques americanos (y sus tripulantes, claro está) a causa de la innegable superioridad técnica y operativa (¿quizás táctica?) de los tanques alemanes, que libran así una desigual y sangrienta y encarnizada lucha que en nada va a cambiar la inminente hecatombe del régimen nazi. La máxima de morir matando tiene aquí uno de sus máximos exponentes. Y la película consigue dotar de épica y dignidad al fracaso, al sacrificio sobrehumano que realizan unos militares sobrevenidos, en una tierra extraña, lejana y ajena, que riegan con su sangre para (años, décadas después) librar al oprimido y sojuzgado pueblo alemán y así darles unas libertades y formación cívica que les permitiría alimentar tan desagradecido como mendaz antiamericanismo visceral y cutre, que nos es tan similar e intercambiable con su ramificación localista de lentejuelas, faralaes o boinas varias.

Hay que resaltar – dentro de las estrictas limitaciones del cine bélico que permite pocas variaciones, florituras, disquisiciones o desvaríos – una extraordinaria recreación del fragor de la batalla, con sus barbaridades, sus mezquindades, sus venganzas, su total inhumanidad lacerante. Pocas veces se ha podido ver tan bien reflejado el nihilismo que permite sobrevivir hasta el siguiente combate o la fe profunda que facilita soportar y digerir lo intolerable e indigesto del día a día de la tropa, carne de fosa común, desvencijadas piras fúnebres, monumentos al soldado olvidado y reemplazado por otro cualquiera.

Nos viene muy bien recordar los horrores de la guerra (que siempre perdemos los mismos). La calidad de esta producción, su retrato honesto de la muerte sin florituras ni adornos, la vuelven funestamente destacable. Corazones malversados.
antonalva
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