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Voto de antonalva:
6
Drama Un sofocante día de agosto de 1945, recién acabada la guerra en Europa, los habitantes de un pueblo se preparan para la boda del hijo de un funcionario del ayuntamiento. Mientras, dos judíos ortodoxos llegan a la estación de tren portando dos misteriosas cajas. El funcionario teme que los hombres sean hijos de los judíos que fueron deportados, que vienen a reclamar las propiedades que ahora tienen ellos de manera ilegal, perdidas por ... [+]
19 de marzo de 2018
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es imposible cerrar un círculo partido. Lo mismo ocurre con la convivencia en cualquier comunidad cuando se intoxica, descompone y troncha la convivencia pacífica entre sus convecinos, da igual por qué motivo o causa, porque una vez que se quiebra la confianza, la seguridad y el afecto fraterno, cualquier atrocidad parece posible… y ninguna resulta tranquilizadora, porque hace aflorar lo peor del ser humano: el revanchismo, la envidia, la codicia, el olvido…, es decir, el caos se adueña de todo como la mala hierba que se apodera de un jardín que antaño fuera frondoso y fértil y ahora se queda árido y estéril, pasto de las alimañas más espeluznantes.

La estructura de esta cinta húngara asemeja una fallida circunferencia: al inicio, unos enigmáticos personajes vestidos de negro – cuya estética parece remitir de forma evidente a los judíos que antaño vivían en el pueblo – descienden de un tren; al finalizar, esos mismos personajes vuelven a tomar un tren que les alejará para siempre de aquel paisaje inhóspito y remoto. Pero el recorrido que han realizado no ha cerrado las heridas ni ha servido para reparar la pérdida padecida, sino que ha revelado todo aquello que todo el mundo sabe pero nadie se atreve a mencionar en voz alta. Se susurra, se maldice, se conspira y se maniobra para evitar que nada cambie y las sepulturas se mantengan selladas, pero en verdad la mala conciencia, los remordimientos y la codicia siembran la discordia y generan una envenenada pestilencia que enturbia la ficticia paz de los cementerios.

Basta con el silencio impenetrable de los forasteros para descomponer, atemorizar y torturar a los lugareños. No se requiere de palabras, ni de sermones, ni de reproches, ni de demandas para hacer aflorar el pasado y la culpa y, así, someter a los responsables a la humillación pública. Quizás nada cambie, pero es seguro que nada seguirá igual. El espejo ya no nos devolverá nunca la imagen de quien deseábamos ser o de quien soñábamos con llegar a ser… ahora solo nos mostrará, desnuda e inmisericorde, la imagen de nuestro delito, de nuestra omisión de auxilio, de nuestros errores y faltas. Ya no podremos habitar un lugar al que ultrajamos y envilecimos al convertirnos en delatores, al emponzoñar la convivencia con el dedo acusador de la delación y la avaricia.

La película promete más de lo que ofrece. Se hace larga y resulta demasiado obvia en sus intenciones. Sin embargo, está llena de hallazgos y contiene una dirección muy cuidada y una bellísima fotografía en blanco y negro que resalta la angustia y enfatiza el desconsuelo. Imperfecta pero muy interesante.
antonalva
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