Entretenida película de uno de los grandes directores del cine americano clásico, el magnífico Raoul Walsh, que nos ofrece una historia trepidante sobre espías, contrabandistas y traidores en el marco histórico de las guerras napoleónicas.

Sucintamente, el argumento básico de la película es el intento por parte de los ingleses de averiguar cuándo y por dónde invadirá Napoleón su isla, sirviéndose para ello de las habilidades y encantos de una espía infiltrada, que interpreta una hermosa Yvonne De Carlo; en el curso de sus investigaciones, que la llevan de una costa a otra, trabará contacto con un contrabandista, un correcto Rock Hudson, que se enamora de ella.

La película transcurre a ambos lados del canal, alternándose el protagonismo entre las secuencias dedicadas al espionaje, y las que se centran en las peripecias y equívocos en los que incurre el contrabandista. Lo cierto es que el argumento resulta de lo más inverosímil y avanza con ciertas dificultades, pero Walsh lo fía todo a su prodigioso sentido del ritmo, que en un filme de aventuras es fundamental, contribuyendo así a paliar la debilidad de la historia, que además, no cuenta con un gran guión.

Se trata, por tanto, de una obra menor dentro de la excelsa filmografía de Walsh, pero pese a ello, destaca por su agilidad y buen oficio, resultando en todo momento un buen entretenimiento, como era característico en aquél cine de aventuras, "del de antes".