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Voto de Quatermain80:
7
Cine negro. Drama Durante una terrible noche de borrasca, el policía Johnny D'Amico es testigo de un asesinato en plena calle. El asesino asegura que es policía y mientras muestra una falsa placa de identificación, aprovecha para escapar. (FILMAFFINITY)
31 de julio de 2011
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos pocos años antes de que se estrenara la célebre película a la que alude el título, Robert Parrish se acercaba en este eficaz filme a algunos de los temas característicos de la delincuencia portuaria, en este caso centrándose especialmente en el retrato de un mundo opaco, dominado por la corrupción y las apariencias.

El argumento nos presenta a un policía infiltrado que trata de desentrañar el entramado criminal que domina los muelles, por lo que deberá hacerse pasar por un trabajador de los mismos, aunque haciendo todo lo posible por aproximarse a las malas compañías. El retrato del ambiente portuario, aunque sucinto, resulta eficaz, transmitiendo el temor de los trabajadores, sometidos al dominio de la mafia, cuyo jefe permanece en la sombra pero controlándolo todo. Hay también acertados apuntes acerca de la escasa remuneración de los policías, y también de la brutalidad y falta de escrúpulos con los que tratan a sospechosos, circunstancia que aquí se vincula a la corrupción de alguno de los primeros. Pero lo más característico de la película es que casi ningún personaje es quien parece ser; desde el protagonista, que como infiltrado interpreta un papel, pasando por la gran mayoría de secundarios, apenas ninguno es sincero, lo que ayuda a potenciar esa sensación de desconfianza y apariencia que domina la cinta.

Realizada conforme a los parámetros habituales del género, la película cuenta con una fotografía contrastada y nocturna, buenas secuencias de pelea (la del almacén) y originales ejemplos de seguimientos policiales, a lo que cabe añadir algún plano meritorio (el final del "malo"). Además, el guión hace avanzar eficazmente la historia, y aunque los personajes no posean gran riqueza ni matices, esa carencia se compensa con algunos diálogos estupendos, duros y secos, siendo los mejores los que sostiene el protagonista con el recepcionista del hotel, llenos de cinismo e ironía. Las intepretaciones, francamente buenas, redondean el resultado, desde los estupendos secundarios (Neville Brand, Jay Adler, Ernest Borgnine, etc) hasta el protagonista, un excelente Broderick Crawford, al que el papel le vino como anillo al dedo.
Quatermain80
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