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Voto de Quatermain80:
7
Cine negro El prestigioso FBI y la efectiva Scotland Yard colaboran juntos para desmantelar a un peligroso grupo de espías de tendencias comunistas que, en colaboración con un importante científico americano, está sacando del país importantes secretos militares. (FILMAFFINITY)
5 de julio de 2016
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viene muy al caso recurrir, como título de este comentario, al que fue el primer filme que vi de este realizador (Them!: La humanidad en peligro, 1954.), y del cual sigo guardando un estupendo recuerdo, a pesar de los años transcurridos, con esas hormigas gigantes, verdadera gran amenaza latente. Y es que los paralelismos entre ambas películas son, aunque seguramente no buscados, sí muy sugerentes, partiendo de la idea de que el enemigo acecha, secretamente, entre nosotros, y de que el telón de fondo de su amenaza es de origen atómico, siendo imprescindibles las fuerzas del orden para conjurarlo.

En el filme que nos ocupa la amenaza no podía ser otra que la comunista, siendo el año de realización importante, en tanto que 1948 fue el de la verdadera cristalización de la Guerra Fría, término que si bien había sido acuñado con anterioridad, tuvo ahora su primera plasmación de la mano del bloqueo de Berlín y otros acontecimientos. El surgimiento de este nuevo enemigo tuvo una rápida respuesta cultural en EEUU, y especialmente en su cinematografía; así, ese mismo año se inauguraría una serie de películas anticomunistas (aparte del título que aquí se comenta, fue pionero también El Telón de Acero, realizado por William Wellmann), que amparándose en las formas y argumentos del cine negro de tono verista al estilo Hathaway (como bien apunta mi predecesor), aprovechaba para emprender una eficaz labor propagandística, que aparte de demonizar a los temibles rojos, encomiaba la labor de las fuerzas del orden.

Que la película sea claramente tendenciosa no es óbice para apreciar su calidad, que en este caso es notable, siendo este uno de los mejores filmes de su clase, a lo que sin duda contribuye el que sea la pesquisa, la labor investigadora de sus dos protagonistas (ejemplo temprano de esa “relación especial” entre el Reino Unido y EEUU), la que capitalice la narración, y no solo la propaganda anticomunista (que también la hay, como no podía ser de otra manera). El argumento, en el que intervienen secretos atómicos y redes de espías filtradores de los mismos, resulta muy oportuno, pues al año siguiente la URSS probaría con éxito su primera bomba atómica, y por esos mismos años ya se había comenzado a desentrañar la labor del espionaje soviético (el caso Fuchs, y más tarde el del matrimonio Rosenberg).

La realización resulta afortunada, con una fotografía típica del género negro, contrastada y casi tenebrista en ocasiones, y con un dominio total del ritmo narrativo, al que ni siquiera entorpece la casi siempre enojosa voz en off, muchas veces innecesaria. A destacar también los eficaces diálogos, no exentos de cierta ironía en torno a los tonos rojos de ciertos importantes cuadros, y ese toque callejero –especialmente en San Francisco- que tanto bien hace a estas historias, y que está tomado de ese cine negro de corte documental tan en boga por aquellos años. Correctas interpretaciones completan esta cinta, recomendable para comprender una época de extremos como fue la Guerra Fría, y que en todo caso debe ser estimada por sus indudables valores cinematográficos.

Para concluir, recordar que este mismo realizador, que desarrolló una larga carrera, fue el responsable de dos hermosos y peculiares westerns que merecen mucho la pena: Río Conchos (1964) y Chuka (1967).
Quatermain80
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