Un profeta, de Jacques Audiard, te hace sentir miedo desde que empieza. Te hace partícipe de la inseguridad que siente el protagonista una vez entra en prisión. La violencia que se mastica en el film, se apodera desde un primer momento de ti de un modo notable y desde luego efectivo. Te sacude con escenas sangrientas y sumamente reales que te generan inquietud y te mantienen en vilo todo el rato. Pero poco a poco, nuestro protagonista se va haciendo un sitio entre la mafia Corsa de la cárcel, y se va ganando el respeto de todos mientras empieza a trapichear por su cuenta y a escalar en el crimen con la venta de droga. Así, se va desarrollando el personaje para deleite del espectador, que disfruta escena a escena de una película tan real y dramática como dura por su similitud con la vida que existe en las cárceles.

En definitiva, una cinta reseñable y digna de elogio que capta con mucha eficiencia la atención del espectador de principio a fin en sus dos horas y media de duración. Mostrándose sin tapujos como una historia áspera y llena de pocas esperanzas para el protagonista, el cual, siga el camino que siga, tienes en todo momento la sensación de que no tendrá un gran final, aunque quién sabe….