La idea de César Esteban Alenda y José Esteban Alenda (y Victoria Ruiz) aparentemente no estaba mal: una cercana revisión de “La Jetée” de Chris Marker sobre la muerte de un niño a una hora señalada. La narración, marcada por una voz en off, nos narra el terrible destino que se avecina y al imposibilidad de detener ese instante radiografiado a fotogramas fijos.

Es sumamente pretencioso pero interesante el juego del contraplano del padre y el hijo y sus metáforas accesibles. Pero el (C)ucrigrama a los hermanos Esteban Alenda les ha salido borroso y enfangado. El resumen de “Matar a un niño” es ese café amargos y azúcar. El corto parece tener de lo uno y de lo otro. Finalmente parece un anuncio doble autoral de la DGT y de una compañía de seguros. ¿Le falta azúcar o amargura? Tal vez le falta poesía auténtica y menos cuerda sobre un barco que parece a la deriva del retrete de la telerrealidad (parece jugar con el mismo suspense, guión y estilismo ‘dramático’ que Mercedes Milá en ‘Gran Hermano’ cuando anuncia una expulsión).

El ‘niño del barquito’ será todo lo feliz que quiera. Servidor, con este (C)orto, desde luego que no.