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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
6
Comedia En un barrio obrero de Baltimore vive Sylvia Stickles, una mujer malhumorada y reprimida de mediana edad. Aunque su marido tiene todavía apetencias sexuales, a Sylvia el sexo no le interesa lo más mínimo, pues tiene mucho trabajo: lleva la tienda de comestibles de la familia y prepara comidas equilibradas para su exhibicionista hija Caprice. Tras alterar el orden público, saliendo desnuda en varias ocasiones, Caprice y sus enormes ... [+]
8 de agosto de 2005
25 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Waters vuelve a dar un giro a su carrera con su última película. Si Polyester supuso un nuevo rumbo aparcando su cine más visceral y zafio, en los “Sexoadictos” parece retomar nuevamente su cine más guarro y cutre, pero con un problema de peso: no es underground.
Después de realizar comedias con una crítica ácida y salvaje al fanatismo americano de los asesinos en serie (Los asesinatos de mama), al mundo del arte (Pecker) y al cine mainstream de hollywood (Cecil B Demented), ahora Waters arremete contra la sexofobia que habita en el pueblo americano.
Hay que recordar que "Polyester" fue rechazada en principio por sus fans ya que suponía un alejamiento radical de su primeras películas: “Pink Flamingos”, “Vivir desesperadamente”y “Cosa de hembras” son clásicos del cine underground americano. Digamos que son el paradigma de hacer una película sin apenas medios, con la ayuda de tus amigos (mejor si son una panda de freaks) y son fundamentales para entender el cine independiente por excelencia: “Bad Taste” de Peter Jackson, “La increíble verdad” y “Trust” de Hal Harley y un largo etcétera de operas primas o filmografías están hermanadas con su espíritu.
El problema de John Waters ha sido intentar emular su primera época sin tener en cuenta que ser cutre no es sinónimo de ser underground. “Los sexoadictos” ha conseguido su objetivo de escandalizar en EEUU (allí se escandalizan con ver una pezón por televisión) y sorprende la censura al que ha sido sometida, pero en Europa puede sorprender poco o nada semejante reiteración de ardores vaginales, promiscuos calentones y perversiones uterinas.
Película recomendada únicamente a sus fans por su grosero y malsano sentido del humor, será vilipendiada por el resto del mundo e incluso bastantes de sus seguidores no perdonaran a Waters la utilización de efectos digitales y un guión tan desaprovechado. Con más crítica ácida (verbal) y muchísimo menos forniqueo (gestual) le hubiera quedado mejor.
A un servidor le quedarán impresas en la retina para siempre algunas secuencias zafias inolvidables, a Selma Blair con esos pechos a lo Russ Meyer al cuadrado y la inusual utilización de insertos de películas, flash-backs y palabras obscenas, recursos poco o nada utilizados en la actualidad cinematográfica.
Me imagino a Divine iniciando una revolución sexual a finales de los setenta en Baltimore, a los secuaces de John Waters cometiendo actos obscenos e irreverentes, rodada con dos duros y con mucha más imaginación, y mis piernas tiemblan pensado en una secuencia zafia para el recuerdo.
Maldito Bastardo
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