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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
8
Drama Georges y Anne, dos ancianos de ochenta años, son profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija, que también se dedica a la música, vive en Londres con su marido. Cuando, un día, Anne sufre un infarto que le paraliza un costado, el amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba. (FILMAFFINITY)
30 de diciembre de 2012
78 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Michael Haneke escribe su película sobre la imprenta de la vida, la muerte y el amor para formar un impecable y certero libro. No nos engaña. Nos muestra las páginas finales para revelarnos aquello que conocemos y se encuentra al final del camino: nuestra propia muerte. Pero, finalmente, cede a los sentimientos y escribe un epílogo por encima de la propia obra, como esa película de la que habla Georges: «No recuerdo el título de la película pero sí los sentimientos». Los planos serán palabras y los fotogramas hojas… pero el sentido físico y perceptivo de los mismos resonará en nuestros propios corazones cuando rememoremos una historia. Se equivoca, no obstante, porque “Amor” está condenada a la eternidad y a ser recordada desde su título a la estela que transcurra por todo su camino.

Cualquier director buscaría una sinfonía de primeros planos en las cartografías emocionales de los provectos rostros de Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, pero Haneke se queda en la distancia… como si el mismo no quisiera implicarse emocionalmente en la propia historia. Quiere ser un testigo como el espectador sin adornar ni manipular la representación que tiene delante. Como si el propio director, filósofo, psicólogo y dramaturgo, mantuviera el análisis personal desde sus planos fijos distantes y delegando al espectador a la elipsis y al rol de Isabelle Huppert. Pero los planos se van acortando a medida que avanza el metraje: nos acercamos al horror, a la muerte y también al… amor. Porque “Amor” es un filme de terror que arrastra en su teatralidad el encierro y claustrofobia de los propios protagonistas y espectadores, para emerger desde su aura a lo etéreo en nuestro subconsciente.

Los planos detalles, como sucedía en “El séptimo continente”, se revelan como constante del cambio: los cuadros y los espacios… ante el deterioro del tiempo… como concesiones del legado. Los pocos elementos circulantes a modo de metáfora, como la paloma ‘torera’, la música, el agua… emergen como detonantes. El ‘amor’ realmente es la pesadilla y la ensoñación del protagonista: lo etéreo del contra-plano imposible y divisado como la mentira… La mentira contra la que se enfrenta el ser humano al dibujarse frente al espejo de la enfermedad y la vejez. Somos ese rastro perdido, esos sentimientos que rememorarán otros. La muerte es el vacio que dejamos, la eterna ausencia de los lugares que visitamos y donde yacimos. Realmente hay conexiones entre “La cueva de los sueños olvidados” y el final de “Amor”, brutal filme y uno de los mejores que ha filmado el imprescindible cineasta, al que únicamente le podemos achacar las generosas propinas de 10 € que suelta Jean-Louis Trintignant (Georges) como si fueran billetes del Monopoly. Perdone, eso es ya lo que casi vale una entrada de cine… ¡Duele! ¡Duele! ¡Duele! ¡Duele! ¡Duele! ¡Duele!…
Maldito Bastardo
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