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Voto de Maldito Bastardo:
5
7,1
3.420
Cine negro. Intriga. Drama
Un escritor intenta demostrar la deficiencia de las leyes y la ineficacia de la policía, colocando falsas pruebas contra sí mismo en un caso de asesinato. (FILMAFFINITY)
26 de diciembre de 2006
82 de 108 usuarios han encontrado esta crítica útil
El punto de partida y la historia de esta fallida obra (desde mi humilde punto de vista) de Fritz Lang me parecen magníficos y sorprendentes para su época. Aunque ya en la memorable “M, el vampiro de Düsseldorf” y la magnífica “Furia” el maestro ya trataba en profundidad el tema de los dobleces de la justicia. Aunque con este mismo planteamiento, con bastantes diferencias eso sí, Samuel Fuller le otorgó más calado a la historia y a los personajes en “Corredor sin retorno”.
Encuentro un problema insignificante en su previsible, esperado e interesante primer punto de giro que resulta obvio desde que se presenta el plan de los protagonistas. Lo peor viene después, donde todo se convierte en una involuntaria y estupenda comedia negra; pero las intenciones iniciales, o las que me imaginaba, se diluyen en una cloaca que empaña demasiado a toda la obra.
Para comprobar si no era el único realicé un experimento, le narré la película a otra persona (totalmente voluntaria) mientras le hacía preguntas del tipo “¿Qué te imaginas que va a suceder ahora?”
Encuentro un problema insignificante en su previsible, esperado e interesante primer punto de giro que resulta obvio desde que se presenta el plan de los protagonistas. Lo peor viene después, donde todo se convierte en una involuntaria y estupenda comedia negra; pero las intenciones iniciales, o las que me imaginaba, se diluyen en una cloaca que empaña demasiado a toda la obra.
Para comprobar si no era el único realicé un experimento, le narré la película a otra persona (totalmente voluntaria) mientras le hacía preguntas del tipo “¿Qué te imaginas que va a suceder ahora?”
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La persona sólo repetía “Pero al final… él muere”. Yo no quería dar más pistas sobre el final, así que me centré en punto de giro inicial que convierte a la película en algo más que interesante y estupenda.
La solución narrativa de Douglas Morrow es bastante válida. La idea es matar al viejo, Austin Spencer (Sidney Blackmer), y de paso desmaterializar las pruebas que exculpan del crimen a Tom Garrett (Dana Andrews).
El problema es rodar el accidente de tráfico de manera creíble, eficiente y poco tramposa. Hacer que todo suceda a la salida del garaje es demasiado precipitado, en mi opinión, pero rodarlo tan mal es merecedor de doble delito por estar detrás de la cámara Fritz Lang. Es posiblemente el accidente de tráfico más cutre de todos los tiempos que no se cree nadie. Yo lo he visto veinte veces y me reído cada vez más que la anterior.
En el cine moderno se rodaría de manera efectista con un plano general desde el exterior de la calle, con el camión impactando en el coche y que éste dé mil y una vueltas de campana hasta explotar. Pero en los cuarenta o cincuenta lo mejor sería optar por utilizar el fuera de campo, dejando el punto de vista en el interior del garaje guiando al espectador por los sonidos y pasar al coche en llamas para ver como se quema el sobre con las pruebas. No dirigirlo de manera tan cutre, paupérrima y acelerada ya que entra en los terrenos de la ciencia ficción y del insulto.
Es un punto negro, pero lo peor viene después con la investigación para conseguir nuevas pruebas sobre la inocencia del protagonista. Y llega un nuevo giro a la narración, el que parecía inocente realmente es culpable y ha preparado todo para exculparse del delito. ¿Final tramposo y original? Demasiado, primero porque nadie (ni fiscal, policía e investigadores) descubre la relación entre Garrett y la víctima, y segundo porque un asesino capaz de idear tal crimen perfecto no puede fallar diciendo ante su amada el nombre verdadero de la víctima. Eso entra en terrenos del vodevil o culebrón de sobremesa.
Cada segundo, cada dialogo hasta el final de la cinta va bajando enteros y en esa interminable llamada de teléfono con su resultado final manda al traste todo.
Yo observaba la cara de la persona a la que contaba la historia y no se lo podía creer.
Porque ese “beneficio de la duda” finalmente queda convertido en un culebrón noir pulverizando cualquier posible alegato contra la pena de muerte. Por ejemplo, en la fallida “La vida de David Gale” quedan plasmadas mejor esas intenciones y otro posible final con un asesino liberado por las calles podría dar un rumbo a la hipocresía de una sociedad y un sistema. Habría que esperar a “Mystic River”.
Y sí, “al final… él muere”.
La solución narrativa de Douglas Morrow es bastante válida. La idea es matar al viejo, Austin Spencer (Sidney Blackmer), y de paso desmaterializar las pruebas que exculpan del crimen a Tom Garrett (Dana Andrews).
El problema es rodar el accidente de tráfico de manera creíble, eficiente y poco tramposa. Hacer que todo suceda a la salida del garaje es demasiado precipitado, en mi opinión, pero rodarlo tan mal es merecedor de doble delito por estar detrás de la cámara Fritz Lang. Es posiblemente el accidente de tráfico más cutre de todos los tiempos que no se cree nadie. Yo lo he visto veinte veces y me reído cada vez más que la anterior.
En el cine moderno se rodaría de manera efectista con un plano general desde el exterior de la calle, con el camión impactando en el coche y que éste dé mil y una vueltas de campana hasta explotar. Pero en los cuarenta o cincuenta lo mejor sería optar por utilizar el fuera de campo, dejando el punto de vista en el interior del garaje guiando al espectador por los sonidos y pasar al coche en llamas para ver como se quema el sobre con las pruebas. No dirigirlo de manera tan cutre, paupérrima y acelerada ya que entra en los terrenos de la ciencia ficción y del insulto.
Es un punto negro, pero lo peor viene después con la investigación para conseguir nuevas pruebas sobre la inocencia del protagonista. Y llega un nuevo giro a la narración, el que parecía inocente realmente es culpable y ha preparado todo para exculparse del delito. ¿Final tramposo y original? Demasiado, primero porque nadie (ni fiscal, policía e investigadores) descubre la relación entre Garrett y la víctima, y segundo porque un asesino capaz de idear tal crimen perfecto no puede fallar diciendo ante su amada el nombre verdadero de la víctima. Eso entra en terrenos del vodevil o culebrón de sobremesa.
Cada segundo, cada dialogo hasta el final de la cinta va bajando enteros y en esa interminable llamada de teléfono con su resultado final manda al traste todo.
Yo observaba la cara de la persona a la que contaba la historia y no se lo podía creer.
Porque ese “beneficio de la duda” finalmente queda convertido en un culebrón noir pulverizando cualquier posible alegato contra la pena de muerte. Por ejemplo, en la fallida “La vida de David Gale” quedan plasmadas mejor esas intenciones y otro posible final con un asesino liberado por las calles podría dar un rumbo a la hipocresía de una sociedad y un sistema. Habría que esperar a “Mystic River”.
Y sí, “al final… él muere”.