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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
7
Drama Un grupo de alumnos deciden reunirse años después de acabar sus estudios. La presencia de Tom Lee sorprende a sus compañeros, porque siempre fue un chico solitario, tímido y retraído cuyos gustos se apartaban bastante de los de sus compañeros. La única persona con la que se sentía a gusto era Laura Reynolds, la mujer del profesor de deportes y ama de llaves de la residencia donde Tom se alojaba. (FILMAFFINITY)
19 de septiembre de 2009
35 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Querida Deborah:

Probablemente nunca pulse el botón de enviar de esta crítica. Probablemente ni siquiera debería escribirla pero soy impulsivo, ya lo sabes, y me siento impulsado a escribirla.
Tal vez en la fría luz de la mañana, la elimine si el servidor me lo permite. No lo sé. Deborah, cariño, acabo de ver tu película, la adaptación de la obra de teatro con la que triunfaste en los escenarios americanos, sobre los días en los que seduces a un estudiante para demostrarle que no es homosexual, que sus compañeros no tienen razón porque no le guste el béisbol, la gimnasia o beber cerveza y le guste la poesía, la música y hacer punto.
Esa película no hablaba sobre nosotros, pero me da lo mismo.

Es una película preciosa, tierna, romántica y conmovedora, y en el que apareces por enésima vez como una santa. Pero, Deborah, esa no es toda tu imagen ni tampoco la verdadera imagen. Robert Anderson tuvo que poetizar tu error por problemas con la censura y no lo analizaste con lucidez cuando escribiste esa carta cargada de moralina y castigo divino.
Al final de la historia, el que fue antiguo alumno, lee tu carta y se cree todas las mentirijillas que le contaste: el marido acabó con su vida destrozada y tú, Deborah, fuiste castigada con tu pecado. Estás muy equivocada, Deborah. Como sabes, desde tu encuentro furtivo volviste a pecar. Después de aquella tarde de pasión, que resuelve de manera tan sensible con esa elipsis Vincente Minnelli y ese memorable “Be Kind” que podría traducirse como “Suavecito y por delante maricomplejines, que no estamos en la saga ‘Animal Trainer’ de Rocco Siffredi”, y aparentar que no había pasado nada.

Te estoy escribiendo cosas terribles, Deborah, sobre la culpa, el bien y el mal. Pero ya tienes edad para saber que cuando se te tiras un pedete dentro del agua de la bañera se producen ondas cada vez más amplias. Siempre hay consecuencias. De todas maneras, Deborah, a menudo me he preguntado si no demostré una falta de fe en ti, en tu capacidad para enfrentarte a una crisis por ti misma y superarla sola.
Dicen de las experiencias traumáticas que si no nos matan, nos hacen más fuertes. Tuve miedo de que aquella acabara contigo.

Querida Deborah, me alegré mucho leer que te habías casado por cuarta vez y que vas repartiendo tu té y simpatía a diestro y siniestro.
Que tengas una vida feliz, una vida llena, una vida comprensiva.
Relata todas tus historias, historias auténticas y sin pelos en la lengua (en revistas del corazón y que te paguen).
En una cosa acertó tu amante con su libro: el espectador siempre conservó su afecto, por la historia de ese muchacho nostálgico y aquella mujer que sólo podía ofrecerle té y simpatía, en algún lugar de su corazón, con esa inolvidable sonrisa, Deborah, con esos recuerdos y emociones que crecen dentro y nos ahogan. Como esos relatos arrugados en viejas hojas de papel manchadas (y no seas mal pensada que te conozco).
Maldito Bastardo
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