La última película del director de la estimable Azuloscurocasinegro es un disparate en el que no funciona absolutamente nada: personajes chirriantemente tópicos (especialmente el papel del personaje gay y el del ultrarreligioso), actores sobreactuadísimos hasta el ridículo (Antonio de la Torre, Raúl Arévalo), situaciones pretendidamente hilarantes que producen vergüenza ajena (la confesión del personaje gay junto a la cama de matrimonio o la última conversación entre el personaje ultrarreligioso y su pareja, entre otras muchas), y en general un guión que no hay por dónde agarrarlo lleno de personajes absurdos y situaciones sin gracia ni gancho.
Yo soy de los que se quedan en el cine hasta que han pasado todos los títulos de crédito. Excepto ayer.