Película maníquea, tramposa y artificiosamente profunda. Nos cuenta las penurias de un frustrado artista de folk en los años 60, con sus ricitos y su barbita, pijito, snob, un Ramoncín de la vida, cuyo objetivo vital es tocar la guitarra, que le paguen por ello y vivir tocándose la huevada. ¿Qué pretenden los Coen? ¿Que sintamos pena por el protagonista? Os diré lo que es la pena. La pena es que si hubiera triunfado, que además era del montón, hubiera cobrado 20 pavos por sus escatológicos discos, 70 por verlo en directo por aprenderse tres acordes y cantar con cara de estreñido, hubiera acabado renegando de sus fans porque son muy pesados, osea sabes?, y se hubiera manifestado, como en su día hicieron sus colegas Bustamante y Lolita, a favor de la Sociedad General de Autores al grito de "Nos vamos a morir de hambre", vestidos de Prada. Hay que tener la jeta muy dura. Además, el camino que elige es voluntario porque podría ser marino mercante como su padre. Sin embargo, el ricitos dice que él no quiere "sobrevivir", sino vivir. Vamos, pa darle una somanta de palos hasta que sangre. Pues para que lo sepas, barbitas, ser marino mercante es mucho más digno, honesto y sacrificado que tocar la guitarrita.

El film contiene varias escenas repulsivas, en especial la de una morena, que ni me voy a molestar en buscar su nombre, que le suelta varios improperios al ricitos acusándolo de haberse acostado con ella hace 9 meses. Hola? Perdona bonita, pero eso es una cosa de dos. ¿O acaso que se considera, un trozo de carne con vagina? Angela Davis todavía se está revolviendo en su tumba. En fin, además para rematar aparece por ahí Justin Timberlake. Madre mía, no le pongo el 1 por el gato.