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España España · Oviedo
Voto de Gould:
9
Drama Dos niños son agasajados por un anciano a quien no conocen. Pronto descubren que se trata de su abuelo, un adinerado empresario que una vez repudió a su hija por haberse casado con un hombre que no era de su agrado. (FILMAFFINITY)
19 de marzo de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hiroshi Shimizu cuenta, junto a Mikio Naruse, con una de las filmografías más interesantes pero lamentablemente desconocidas del cine japonés, tal vez porque no hicieron peliculas de samuráis o de temática medieval, pasaporte obligatorio con el que el cine japonés se coló en Europa en los años 50, sino que buena parte de sus esfuerzos se dedicaron a hablar fundamentalmente de personas y, en especial, mujeres y niños.

Basada en una novela de Tsubota Joyi, volvemos a encontrar en esta película al personaje de Sampei, este pequeño rebelde y sensible al que vimos en “Niños en el viento” (1937) en cuya vida aparecerá ahora su abuelo, que había repudiado a su madre por casarse sin su consentimiento. Como en la anterior película asistiremos a sus peripecias junto a su hermano Senta, en un conjunto de pequeñas y grandes anécdotas entre encuentros y enfrentamientos familiares, recuerdos o preocupaciones económicas, sin excluir la tragedia que invariablemente aguarda a la vuelta de la esquina.

Dividida en cuatro episodios correspondientes a cada estación del año Shimizu confronta dos mundos paralelos, el de los niños y el de los adultos, que constantemente se entrecruzan sin terminar de comprenderse del todo uno al otro. La película transcurre con la fluidez que urge de la sencillez, la naturalidad de escenarios y los personajes y la poética habilidad de Shimizu, a través de una dinámica cámara que explora los recovecos e interiores pasando de planos fijos a expresivos travellings, bellísimas elipsis y momentos de una inexplicable belleza puramente sensitiva.

Shimizi explora el mundo de los niños, un mundo que se mezcla con el de los adultos pero en el que cada uno conserva sus reglas, obligaciones y rituales. Para Shimizu los niños son más inteligentes que los adultos porque resuelven más satisfactoriamente sus disputas. Senta y Sampei consideran injusto e incomprensible el mundo de los adultos lleno de prejuicios y orgullo. Es cierto que Shimizu idealiza a la infancia, verdadera obsesión de su filmografía, pero lo hace sin un asomo de ñoñería ni sentimentalismo.

Mizoguchi decía que él y Ozu hacían películas después de un duro trabajo pero que Shimizu era sencillamente un genio.
Gould
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