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España España · Oviedo
Voto de Gould:
9
Drama Ace Wilfong, un joven gángster, se enamora de la bella hija de su abogado. Sin embargo, su relación sentimental se va deteriorando y acaba rompiéndose debido al mal carácter de Ace. Cuando ella vuelve con su antiguo novio Dwight, los celos se apoderan del mafioso. (FILMAFFINITY)
11 de noviembre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los primeros años 30, tras una exitosa carrera en el cine mudo gracias a sus colaboraciones con Greta Garbo, el gran director Clarence Brown se encontraba en proceso de adaptarse al cine sonoro. Ejemplo paradigmático es este explosivo melodrama “precode”, con su ideal mujeres libres y modernas centrado en Jan, la hija del viudo abogado borrachín Stephen Ashe, oveja negra de una muy estirada y snob familia, que tolera mal su comportamiento. Jan es una mujer educada en libertad por su padre, que se ve envuelta en un triángulo amoroso –casi cuarteto, si incluimos al padre, por la ambigüedad edípica de ciertas escenas- formado por el mafioso Ace Wilfong (Clark Gable) y Dwight Wintrop (Leslie Howard), un jugador de polo que lleva tiempo, infructuosamente, tratando de casarse con ella.

En el fondo la película nos ofrece la historia de una mujer libre sobre la que tratan de decidir varios hombres, a través de un melodrama bastante avanzado en el que la libertad de ella le condenará a quedar irremediablemente sola. Estos elementos, junto a sus vestidos ligeros, su primera aparición en escena a través de una silueta desnuda, su manera de vivir independiente, sexual y afectivamente y unos diálogos llenos de sobreentendidos y segundas intenciones, amén de la franqueza con la que se describe el alcoholismo del padre, la destacan con luz propia en el catálogo de películas “precode” de la época. A pesar de todo -y pese a la enorme libertad moral de estas películas- no conviene olvidar que todas, salvo contadas excepciones, tenían que acabar con una condena de los comportamientos y tendían a una moralidad normativizada final que, en ocasiones, restaba cierto valor a las propuestas.

En todo caso, cinematográficamente hablando, es una película mayor, de enorme fluidez narrativa y cuidada composición –véase, por ejemplo, la prodigiosa escena del dialogo en cárcel o los mil y un detalles que nos aportan información sin tener que explicar nada- aunque algunas escenas abusen un poco de una suerte de teatro filmado, típico de los primeros años del sonoro, combinadas con fantásticos momentos, como toda la parte en el campo dedicada a la desintoxicación alcohólica del padre.

La película cuenta con un cuarteto de protagonistas de campanillas, dominado por completo por la diva Norma Shearer. La actriz canadiense está, a ratos, ligeramente sobreactuada, con esos tics del cine mudo que tardó varias películas en quitarse, pero nos regala dos o tres ráfagas de alto voltaje interpretativo que nos dejan traspuestos –véase la acalorada discusión con el padre que acaba a bofetadas-. A su altura Lionel Barrymore, en un cómodo papel de borrachín, con una intervención final en juicio apoteósica que se llevó de calle el Oscar. Frente a semejante pareja, palidecen tanto Leslie Howard como honrado enamorado y hasta el mismísimo Clark Gable en plan tipo duro y mafioso abusón, al que le faltaba una cocción más para convertirse en una megaestrella.

Un clásico muy aprovechable.
Gould
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