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España España · Oviedo
Voto de Gould:
7
Drama Un asesino confiesa que ha cometido un crimen a un sacerdote. Cuando un inocente está a punto de morir en la silla eléctrica acusado de ese crimen, el sacerdote intenta convencer al asesino para que se entregue a las autoridades, pues él está obligado a guardar el secreto de confesión. (FILMAFFINITY)
26 de agosto de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Farrow fue un director, guionista y productor americano todoterreno, nacido en Australia, que trabajó durante 30 años en Hollywood. Frecuentó todos los géneros y en ningún caso se puede decir que hiciera una película mediocre. Farrow entra en esa categoría tan amplia y flexible de los directores llamados artesanos, pero su carrera está sazonada con numerosas obras que van más allá de demostrar un gran oficio o de resultar rentables para las productoras.

Esta producción de la RKO abunda en el borrascoso género de películas sobre un cura cercano a sus fieles, que trabaja en barrios y cárceles, para tratar de llevar al recto camino a las ovejas descarriadas -el mayor ejemplo sería el díptico formado por “Boys Town” (1938) y “Men of boys Town” dirigidas por Norman Taurog y protagonizadas por Spencer Tracy en el papel del padre Flanahan-.

En este caso el protagonista es un cura católico en una comunidad irlandesa llena de problemas. El excelente inicio, ejemplo de economía narrativa clásica, nos planta in media res en el corazón de la película, cuando el protagonista -Victor McLaglen- trata de robar en unos almacenes y acaba hiriendo al vigilante -interpretado por Barry Fitzgerald- y luego mata a un policía.

Protagonismo total para dos actores habitualmente secundarios: el citado Victor McLaglen y Joseph Calleja (nunca nadie se pareció tanto a Al Pacino) con un muy buen trabajo, especialmente el primero, que recuerda mucho su labor en el “El delator” (1935) de John Ford.

El cura apela la conciencia del asesino al tiempo que entabla una frenética carrera por salvar la vida de un inocente. La película habla del valor de la redención y de la necesidad del arrepentimiento –no es ocioso recordar aquí la conversión al catolicismo de Farrow para poder casarse con Maureen O’Sullivan, con la que tuvo media docena de hijos, el más conocido de todos Mia Farrow-.

Buena ambientación con aires de cine negro, entre cárceles, juicios y calles oscuras para una película, aunque bastante previsible, con gran interés por sus varios giros, incluyendo algunos elementos de melodrama y concluyendo en una especie de “I Confess” hitchcockiano.

Setenta y dos minutos apretados de buen cine.
Gould
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