En la excelente carrera cinematográfica del director británico Charles Crichton no todas sus producciones pudieron alcanzar el notable nivel de buena parte de sus películas. Tal es el caso de esta fallida comedia de la Ealing, en forma de parábola de argumento poco ambicioso e irregular desarrollo dramático, sobre las obsesiones del señor Gulliver- interpretado por Robert Beatty -curioso personaje obsesionado por el azar, que daba como mucho para un buen papel secundario, que busca con insobornable paciencia un golpe de suerte que le permita ganar el dinero suficiente para irse a los mares del sur a hacer realidad sus fantasías de hombre alienado, suerte de Oblomov dublinés a caballo entre la comedia y la tragedia –los títulos de crédito iniciales les explicarán por qué dudo al elegir entre ambos géneros-.

Sin lugar a dudas lo más destacado de toda la película es la actuación de Stanley Holloway como ricachón borrachín que tratará de hacer realidad los sueños del protagonista aunque como en la moraleja de toda fábula sobre la ambición, el sentido de la felicidad acabe por encontrarse a la vuelta de la esquina.