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Voto de Archilupo:
8
Romance. Drama A una joven graduada en filosofía la invita a pasar un fin de semana en el campo una amiga, que también lleva a su padre y a su joven amante. Las circunstancias hacen que la joven y el padre de su amiga se queden solos. (FILMAFFINITY)
14 de junio de 2008
45 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la película se habla de filosofía. Una de las principales protagonistas es profesora de la asignatura. Lleva en el bolso la “Crítica de la razón pura” kantiana.
En una cena, al repasar empleos y profesiones, se tocan asuntos de filosofía práctica (educación, pensamiento independiente) y una comensal busca ejemplos de juicios sintéticos a priori. En otro momento del film se comentan la leyenda del invisibilizador anillo de Giges y el cuento de los tres deseos.
Pero no es tan filosófico el tema como su enfoque, el modo templado y meditativo de narrar procesos sentimentales sutiles.

Amante del orden, la profesora Jeanne no puede permanecer en el piso de su novio cuando éste se encuentra de viaje y deja tras de sí un desorden panorámico.
Ella hace tiempo en la concurrida fiesta de una amiga. Congenia al instante con Natacha, una joven estudiante de piano, quien la invita a su casa.
Una mente estructurada y metódica se asoma así a la vida de un pequeño núcleo familiar y conoce sus turbulencias.
Natacha omite advertir que su padre llega a la mañana siguiente, con lo que el hombre se encuentra por sorpresa con la invitada.
Jeanne conocerá también a la joven amante del padre, a quien Natacha quiere alejar, en confrontación abierta.
Y la casa de campo en Fontainebleau, que se convierte en escenario de alguna escaramuza. La voluntad de equidistancia no librará a Jeanne de verse implicada en los conflictos emocionales.

Mientras algo de zozobra, vitalidad, ímpetu e incertidumbre le contagia su juvenil amiga, Jeanne trata de imbuirle a ella ecuanimidad y desapasionamiento, ponderación y reflexividad, y de ayudar en la solución del obsesionante misterio de cierto collar.

Se habla mucho. La primera conversación tarda unos cuantos minutos en llegar, pero a partir de ahí los diálogos fluyen en abundancia, con la elaborada naturalidad tan característica de Rohmer.
El cineasta se mueve en el habitual campo de las relaciones humanas, la vida sentimental y sus delicados matices, en un plano muy concreto, con estilo ya tan depurado y transparente que desaparece, como si la realidad plasmada estuviese ahí, tal cual, y no existieran cámaras, ni micros, ni fotógrafos, ni montadores.

La profunda alegría de la sonata “Primavera” de Beethoven, que abre y cierra la película, apunta a la continuidad de los ciclos, de sus fases de germinación y florecimiento.

(8,5)
Archilupo
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