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Voto de Archilupo:
7
Drama 1994, guerra civil de Ruanda. Los odios ancestrales entre los hutu (la etnia dominante) y los tutsi provocan el asesinato del presidente del país, disturbios en las calles y, finalmente, una terrible matanza de los tutsi. Paul, que es hutu, trabaja como gerente de un hotel de lujo de Kigali y, cuando empiezan los disturbios, decide que el mejor refugio es precisamente el hotel. Y hacia allí organiza una huida desesperada acompañado no ... [+]
1 de diciembre de 2009
52 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ficción de “Hotel Ruanda” se planta de lleno en unos hechos históricos que Occidente apenas consideró, porque prefirió mirar hacia otro lado. El irlandés Terry George sigue la dirección de esa mirada evasiva y le coloca delante, en forma de película, la información esencial sobre tales hechos.

Durante su dominio colonial en África, los belgas crearon una etnia de élite, más preparada y elegante, para encomendarle tareas subalternas: la minoría tutsi. Tras la descolonización, y a la muerte del presidente Burundi, la mayoría hutu procedió al ajuste de cuentas en una matanza masiva. A golpe de machete, cerca de un millón de tutsis fueron asesinados sin que las fuerzas occidentales interviniesen, excepto para evacuar a sus ciudadanos y librarlos de salpicaduras. Abandonados a su suerte, todo cuanto algunos tutsis pudieron conseguir con sus llamadas de socorro fue el éxodo hacia países limítrofes. Porque, como dice el coronel canadiense de los Cascos Azules Olivier (encarnado por Nolte), no sólo son negros sino, además, africanos.

En tales circunstancias, el gerente de un lujoso hotel de la cadena belga Sabena, Paul Rausebagina, de etnia hutu, se convertirá en un héroe al dar refugio en su hotel a centenares de fugitivos tutsis (exactamente 1.268), entre ellos muchos vecinos, así como su propia esposa e hijos, y enfrentarse a los promotores de la masacre con riesgo de la misma vida, como un Schindler negro.
A través de ese hombre preparado para aguantarlo todo, aunque sufra momentos de flaqueza, pero que se sobrepone heroicamente, es mostrado el horror de la cacería humana masiva.

Terry George denuncia la infamia del genocidio, la pasividad ignominiosa de las potencias internacionales y los excolonos, y exalta valores de solidaridad, abnegación y sacrificio en la defensa del perseguido, exaltación ante la que ningún espíritu decente puede dejar de conmoverse.

Pero al considerar la calidad del lenguaje cinematográfico con que todo eso se cuenta, la cosa es menos emocionante. Menos mal que Don Cheadle puede con su personaje, el omnipresente director del hotel, pero el resto de los ingredientes es meramente funcional, de una eficacia muy básica que roza con frecuencia el aire de telefilm.
Un subyacente esquema de western, con maniqueísmo de buenos y malos, recuerda al fuerte asediado y a un inoperante Séptimo de Caballería con el azul palidecido de las tropas de la ONU. De la mitad en adelante hay situaciones límite, de las del corazón en un puño, que se prolongan y reiteran en exceso, hasta embarullarse en el patetismo y perder eficiencia.
El esmero ético y lo bienintencionado se agradecen, pero si esta película termina pasando a la historia no será por su calidad formal sino por haber puesto tan infame episodio sobre el tapete, sin rodeos.
Archilupo
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