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Voto de Archilupo:
8
Drama Álex (Inés Efron) es una singular adolescente de quince años que esconde un secreto. Poco después de su nacimiento, sus padres, Kraken (Ricardo Darín) y Suli (Valeria Bertuccelli), decidieron dejar Buenos Aires para vivir, aislados del mundo, en una cabaña de madera a orillas del mar. Lo que pretendían era que su hija creciera libre de cualquier tipo de prejuicios, protegida y feliz, hasta que llegara el momento de decidir qué camino debía seguir. (FILMAFFINITY) [+]
13 de enero de 2009
51 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
—¡Nos fuimos de Buenos Aires para alejarnos de cierta clase de gente, y ahora los tenemos sentados a nuestra mesa!

Kraken, emigrado con mujer e hija a un pueblo costero uruguayo, lamenta la actitud de unos invitados: una compañera de infancia de la mujer, su marido cirujano y el hijo por éste despreciado al considerarlo poco hombre.
Presencias incómodas. La profesión del cirujano tiene que ver con ello: estudia a Álex, la hija adolescente de los anfitriones.
Los procesos hormonales agitan el ambiente, lo tensan.

Los visitantes han llegado a una zona restringida, a través de una portilla que prohíbe el paso. La razón de la visita es grave. Durante un largo planteamiento, con alusiones intrigantes y misteriosos detalles sueltos, la película se llena de interrogación.

“Ya he leído el libro” (Cubierta: un estudio sobre los orígenes del sexo).
“¿Cuándo será el momento de hablar de…?”.

Reunidos en la casa de madera, alguna noche con velas, envueltos en tormenta, a la orilla del mar, cuyo rumor y brisa suenan cerca, todo el tiempo, como un recordatorio del origen, el mar de Paul Valery, “toujours recommencée”…
El mar, gran matriz de la vida, al principio indiferenciada…

Kraken cuida tortugas en extinción, opera a los ejemplares atrapados en redes de pescadores.
En su coche, una pegatina de los Beatles.
Se alejaron de Buenos Aires para preservar la singularidad de la hija, sustraerla a la obligación oficial de adscribirse inequívocamente a uno de los dos géneros sexuales, y evitar que “todos los idiotas del mundo se pusieran a opinar”.
Álex lee también sobre el progresivo dimorfismo sexual de los vertebrados.
El cirujano llega casi como un mandatario del Sistema, a poner los organismos en orden.
El padre, para quien su hija ya era perfecta desde el primer momento, indaga y medita, en busca de la mejor decisión, hasta que la hija pueda elegir.

“¿Y si no hubiera que elegir, papá?”.

Se muestra el juego de los roles genéricos: el cirujano marcadamente viril, machacador, hace a su hijo adolescente beber vino, para que no salga afeminado.

El relato es muy conciso, de una sobria belleza de azul atlántico. Radiografía con sumo tacto una situación delicada y escoge bien los detalles con que ir desvelando las claves, en narración muy dosificada, con una economía de elementos que reduce al máximo los diálogos, por naturalismo, también por autenticidad: ni una palabra de más. Ninguna queda forzada. El ritmo pausado permite ir tejiendo un enamoramiento atípico, donde las polaridades bailan.
En el conflicto con la sociedad, el padre lleva la carga consciente, ejerciendo comprometidamente las funciones de protección y tutoría. El sólido trabajo de Ricardo Darín soporta un gran peso dramático, y la Álex creada por Inés Efrón convence del todo, tanto en la vital rebeldía como en la áspera soledad.

El empeño de Lucía Puenzo por imprimir sencillez allana el camino a finos matices, de antemano impensables dada la dificultad del tema.
Archilupo
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