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Voto de Archilupo:
6
Drama Producida por Coppola y Lucas, "Mishima" es un retrato biográfico del consagrado autor japonés Yukio Mishima. La película investiga la inquietud interior y las contradicciones de un hombre que trató de alcanzar una imposible armonía entre sí mismo, el arte y la sociedad. La trama se centra en el día en que Mishima conmocionó al mundo, al hacerse en público el seppuku o harakiri (25 de noviembre de 1970), en el Cuartel General del ... [+]
24 de mayo de 2010
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Schrader realiza un estudio voluntarioso y esforzado de la figura de Mishima. Diseña minuciosamente una película muy estructurada. En cada una de las tres primeras secciones alterna en equilibrio el relato biográfico (evocador, gracias a la elección del blanco y negro, muy contrastado) con sofisticadas recreaciones de obras principales del poeta, en color fuerte, saturado. Hay en ello un sutil estudio de las relaciones entre vida y arte; entre, por ejemplo, el descubrimiento de una estampa de San Sebastián sinuoso y flechado, y el desarrollo del masoquismo en algunas novelas.
Las escenografías de tales recreaciones, vistosas y de elaborado nivel estético, son cautivadoras —próximas al kitsch en el segundo capítulo— e incluyen momentos coreográficos brillantes, como el del asalto policial al grupo de conspiradores.

Pero en la cuarta sección Schrader opta por fundir ambos componentes. Añade color natural al relato biográfico, que llega a su operístico final, eliminando a la vez el plano fantástico. Esta última sección, decisiva, queda deslucida, por contraste con las anteriores, pero también por sí misma, a causa del pobre tratamiento recibido. El movimiento de la cámara es tosco. Los lugares donde transcurren acciones cruciales (el coche a través del tráfico de las autopistas urbanas, el acuartelamiento donde Mishima pretende ejecutar su golpe de mano) son descritos de manera desangelada.
Mishima se le escapa aquí a Schrader. El esteta japonés es presentado con marcado énfasis de su faceta militar, y por momentos es una máscara, una caricatura. No se ve espiritualidad, mundo interior, y sí gestualidad rígida y marcialidad aparatosa. Mishima aspiraba a implantar en Japón un gobierno de samuráis puros, guiados por la tradición del código Bushido. Creó un pequeño ejército de élite, al margen del oficial. Este culto a la pureza sin duda fascinó al calvinista Schrader quien, de repente, sin pretenderlo, deja que prevalezca abrumadoramente el lado fascista, iluminado y grotesco, exaltado y algo demente.

Tres cuartas partes de la película poseen una estética notable, pero la última impide que resulte conseguida. La música tampoco contribuye. En vez de ceñirse a los momentos oportunos, suena de forma incesante, y más de una y de dos veces se vuelve realmente machacona, estorbando los diálogos, que es lo peor que puede pasar con la música en un film.

Sin embargo, no se debe ignorar que Schrader echa el resto en esta interesante aproximación a Mishima.
Y que hasta donde llega, llega honradamente.
Archilupo
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