Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Archilupo:
6
Drama. Romance Jean es una buena persona: buen albañil, buen hijo, buen padre, buen marido. Un día, conoce a Mademoiselle Chambon, la maestra de su hijo. Él es hombre de pocas palabras, ella pertenece a un mundo muy distinto, pero la fuerza de sus sentimientos es tal que los desborda. (FILMAFFINITY)
18 de abril de 2011
27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) La comparación con los maestros de la Nouvelle Vague, especialmente Rohmer (y también Chabrol, por el hombre tosco enamorado de una maestra en ambiente provinciano, remitiendo directo a “El carnicero”), es inevitable. Y desventajosa.

La Nouvelle Vague se apoyaba en el minimalismo para conseguir la mayor intensidad significativa con la menor cantidad de recursos.

En “Mademoiselle Chambon” hay minimalismo: mucho sonido directo, con alternancia de silencios y ruidos, y conversaciones extremadamente parcas. Pero falta la fuerza sugeridora de los diálogos de Rohmer, con sus trasfondos pascalianos poniendo el azar en juego; con su ritmo metronómico; con esa depurada naturalidad que, contra las apariencias, resulta de una compleja elaboración estilística, una medición exacta de las palabras.

2) Faltan también primeros planos que den cuenta de los que sucede en los personajes: se trata de un relato intimista, acentuadamente sentimental.
Los personajes pueden estar definidos por su parquedad, pero los actores son muy expresivos, de modo contenido, sobrio, y la cámara lo pierde al no pasar casi nunca del plano ¾ o del medio, del medio corto como mucho.
Es, junto con otras, una limitación rígida, no justificada, porque deriva en tiempos muertos, en ahorro de recursos por elementalidad y no por estrategia artística. En pobreza.

3) Son los personajes la maestra, una mujer refinada, sutil, casi celestial, y el constructor, buena persona, básico, noblote, pero incapaz de reaccionar (exceptuando una pasajera y alarmante cólera).

4) La música, Elgar sobre todo, simboliza todo lo elevado y romántico.

En lo estilístico es la apuesta fuerte de la película.

Primero tiene presencia sólo diegética. Un personaje toca el violín, un disco reproduce un concierto. Pronto la música se añade de fondo, en dos o tres pasajes, como cargando la suerte.

No basta para incorporar la intensidad que pide el relato, y menos si su final se ejecuta telegrafiándolo, de forma ya vista docenas de veces.

Si alguna vez el final sorprendente es un punto a favor de una película, el de ésta podría aspirar a ser unos de los menos sorprendentes de los últimos tiempos.

5) Cuando dicho final ha terminado y, mientras desfilan los créditos, escuchamos de qué manera canta la gran Barbara (1930-1997) ‘Quel joli temps’ recordamos de golpe qué es el arte, cómo no consiste en nombrar las emociones sino en recrearlas con sensibilidad estética, matices, modulaciones, talento, riqueza, entrega y profundidad sentimental.
Archilupo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow