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Voto de Archilupo:
7
Drama Una famosa actriz alemana en el ocaso de su carrera recurre al alcohol y a las drogas con la esperanza de recuperar la fama perdida. Ésta es la última parte de la trilogía de Fassbinder sobre el desmoronamiento de los sueños de la Alemania Occidental de la posguerra. (FILMAFFINITY)
8 de diciembre de 2009
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera de un proyecto de quince películas dedicadas a la Alemania contemporánea, el infatigable y prolífico Fassbinder la filmó poco antes de morir prematuramente a los 37 años, con unas cuarenta obras a la espalda, entre cine y TV.
Una de las virtudes de Fassbinder como autor es la gran capacidad para integrar sus narraciones en el correspondiente contexto social e histórico. Consigue que la acción discurra fluidamente por esas coordenadas, sin necesidad de forzar el suministro de datos. Hay que comprender que, tratándose de Alemania, el asunto es espinoso: el pasado en cuestión incluye realidades difíciles de asumir, como el periodo nazi o la ocupación aliada —personificada ésta en el oficial negro que se mueve por los domicilios como Pedro por su casa.

En la existencia de un periodista deportivo, que escribe poemas tristes y vive con una novia sensata, se cruza Veronika Voss, una bella actriz que tuvo su esplendor antes de la guerra, en la UFA de Goebbels. Ahora ha entrado en declive. Cautivado por la actriz, cuyo comportamiento consiste en veleidosos caprichos de diva, el periodista comprende enseguida que está enferma, aunque no le resulte fácil precisar la dolencia.
En funciones de investigador irá desarrollando una historia de corte ‘noir’, progresivamente ocupada por la morfina. Notará la morbosidas en torno a una misteriosa clínica dirigida por una doctora autoritaria, y detectará en sus pasillos y salas blancos realidades desconcertantes.

Con el blanco y negro escogido para este tirante y nervioso drama, el director refleja las influencias del Expresionismo, de la Nouvelle Vague y, esta vez, de Sternberg (más que del habitual modelo maestro, Sirk). El manierismo estilístico, basado en encuadres barrocos, crea un clima de distanciamiento y acentúa la extrañeza. Se apoya en imágenes reflejadas, iluminaciones complejas, interferencias de destellos, veladuras de cristales.

Fassbinder nunca maquilla su penetrante mirada a los cimientos del “milagro alemán”, incómoda porque no camufla lo duro y sórdido de las realidades que analiza. La depuración plástica y el ahorro de las concesiones al pensamiento oficial son la clave de la fuerza dramática con que resalta el infierno de la drogadicción. Detiene esa mirada en la personalidad dependiente, socavada por el ansia y la insatisfacción, así como en la prosperidad de élites que a costa de las carencias del débil amasan fortunas siempre, no importa si la vía es honrada o criminal. Élites de poderosos gestores, organizados en trama corrupta: formas lucrativas de mercado negro y estraperlo, tráfico de medicamentos en el mundo amoral de la posguerra, mundo no tan distinto del de hoy.

Porque otra gran virtud de Fassbinder al hacer cine histórico es la de no entenderlo como una excursión al pasado sino como su actualización: traer el pasado al presente para que ilumine sus claves.
Archilupo
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