Media votos
6,1
Votos
3.134
Críticas
439
Listas
14
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Archilupo:
8
7,1
1.511
Drama. Thriller
Monsieur Hire lleva años viviendo en el mismo piso. Alice, que ocupa el estudio de enfrente, se da cuenta de que el hombre la observa desde hace meses. Él, que lo sabe todo de la joven, se ha enamorado de ella. Sin embargo, la situación de Hire se complica cuando se convierte en el principal sospechoso del asesinato de una adolescente. (FILMAFFINITY)
21 de octubre de 2008
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siguiendo la dura novela de Simenon, escrita con economía de hierro, Leconte arranca la película con el asesinato de una joven y encarga del caso a un maduro inspector, que se fija en un personaje del vecindario, Monsieur Hire.
Hire es un pulcro costurero que cae mal a la gente, y la gente a él (“¿Qué les ha hecho?”. “Nada, por eso caigo mal”). Le gusta el silencio, no es sociable, sí un tipo raro. Pálido, ojeroso y siempre serio, entre Nosferatu y Keaton, vestido como un enterrador, no responde a provocaciones ni murmuraciones. Come solo en su aseado apartamento.
No es apocado. Al investigador le lanza un venablo:
—Es duro ser un simple inspector con su edad…
Cada noche, las luces apagadas, a través de la ventana observa melancólicamente a una joven vecina, mientras en el tocadiscos suena la misma pieza de Brahms para piano y orquesta. Ella cena, se viste y desviste, hojea libros de fotos, recibe a su novio, se levanta para ir a su trabajo de camarera.
Cada noche, pálido e inmóvil, Hire convive con ella a distancia como una presencia invisible y oculta.
El planteamiento parece claro: un condenable depravado espía a una despreocupada joven, víctima de la acechante violación de su intimidad.
Pero no es tan sencillo…
===== =====
Leconte se muestra hábil distrayendo del asunto inicial, un caso criminal abierto que es en sí intrigante. Pero con las escenas nocturnas consigue crear un foco más acaparador, que retiene al espectador morbosamente, muy expectante ante los movimientos en la ventana iluminada.
No obstante, el crimen sigue sin resolver, su enigma se hace a menudo patente. El inspector reaparece para, en su búsqueda de pruebas, estrechar el cerco. La habilidad con que se entretejen curso de la investigación y peculiar relación de Hire con la vecina es muy sutil. Y cuando, a raíz de inesperados cambios en esa relación, la incógnita consiste en si al inspector le será revelada o no la identidad del asesino, y qué decisiones tomará la vecina en su sorprendente vida amorosa, esa habilidad de Leconte sigue operando.
Así, cuando se despeja una incógnita, ya hace tiempo que otra la ha reemplazado en el foco de interés. Y cuando el magnetismo de la nueva se ha gastado, la pregunta sobre quién se saldrá con la suya (quién pagará por sus propias responsabilidades y quién por las ajenas) tira de la historia hacia el final con fuerza sobrada.
A esas alturas, las suposiciones acerca de la implicación de los personajes, y del calibre moral a ellos atribuido, han bailado tanto que el recorrido es muy satisfactorio: acumula amplitud, longitud, variedad, sutileza y profundidad, en perfecto slalom.
Hire es un pulcro costurero que cae mal a la gente, y la gente a él (“¿Qué les ha hecho?”. “Nada, por eso caigo mal”). Le gusta el silencio, no es sociable, sí un tipo raro. Pálido, ojeroso y siempre serio, entre Nosferatu y Keaton, vestido como un enterrador, no responde a provocaciones ni murmuraciones. Come solo en su aseado apartamento.
No es apocado. Al investigador le lanza un venablo:
—Es duro ser un simple inspector con su edad…
Cada noche, las luces apagadas, a través de la ventana observa melancólicamente a una joven vecina, mientras en el tocadiscos suena la misma pieza de Brahms para piano y orquesta. Ella cena, se viste y desviste, hojea libros de fotos, recibe a su novio, se levanta para ir a su trabajo de camarera.
Cada noche, pálido e inmóvil, Hire convive con ella a distancia como una presencia invisible y oculta.
El planteamiento parece claro: un condenable depravado espía a una despreocupada joven, víctima de la acechante violación de su intimidad.
Pero no es tan sencillo…
===== =====
Leconte se muestra hábil distrayendo del asunto inicial, un caso criminal abierto que es en sí intrigante. Pero con las escenas nocturnas consigue crear un foco más acaparador, que retiene al espectador morbosamente, muy expectante ante los movimientos en la ventana iluminada.
No obstante, el crimen sigue sin resolver, su enigma se hace a menudo patente. El inspector reaparece para, en su búsqueda de pruebas, estrechar el cerco. La habilidad con que se entretejen curso de la investigación y peculiar relación de Hire con la vecina es muy sutil. Y cuando, a raíz de inesperados cambios en esa relación, la incógnita consiste en si al inspector le será revelada o no la identidad del asesino, y qué decisiones tomará la vecina en su sorprendente vida amorosa, esa habilidad de Leconte sigue operando.
Así, cuando se despeja una incógnita, ya hace tiempo que otra la ha reemplazado en el foco de interés. Y cuando el magnetismo de la nueva se ha gastado, la pregunta sobre quién se saldrá con la suya (quién pagará por sus propias responsabilidades y quién por las ajenas) tira de la historia hacia el final con fuerza sobrada.
A esas alturas, las suposiciones acerca de la implicación de los personajes, y del calibre moral a ellos atribuido, han bailado tanto que el recorrido es muy satisfactorio: acumula amplitud, longitud, variedad, sutileza y profundidad, en perfecto slalom.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Una noche de tormenta, en momento de enorme intensidad dramática, ella descubre al mirón cuando un relámpago le ilumina fugazmente, su rostro espectral flotando en la ventana oscura, inmóvil entre reflejos, como una siniestra máscara.
Tras el sobresalto, ella necesita saber qué ha visto el vecino, y desde cuándo, y necesita asimismo controlarle en tanto que testigo. Para ello despliega un tenaz juego de seducción, que obtiene como respuesta sentimientos amorosos leales y profundos.
Con esta paulatina inversión de los presupuestos morales juega magistralmente Leconte.
Tras el sobresalto, ella necesita saber qué ha visto el vecino, y desde cuándo, y necesita asimismo controlarle en tanto que testigo. Para ello despliega un tenaz juego de seducción, que obtiene como respuesta sentimientos amorosos leales y profundos.
Con esta paulatina inversión de los presupuestos morales juega magistralmente Leconte.