Esta miniserie de cuatro episodios, sobre un crimen auténtico acaecido en 2003, tiene a su favor los hechos rocambolescos que narra: todo comienza con el robo a un banco de un repartidor de pizza que porta una bomba en el cuello. También posee unos protagonistas bastante peculiares, de los que existe un buen número de vídeos, y quienes ocultan varias sorpresas que se nos irán revelando. Pero de algún modo no termina de cuajar, no alcanza el nivel de otras obras basadas en asesinatos reales.

Mi sensación es la de que el documental no acaba de decidir el tema del que trata: si es sobre los engaños de una mujer con problemas mentales, sobre la obsesión que siente el documentalista por ella, o si es acerca de un hombre que se cree más listo que nadie, o si se dedica a denunciar los fallos policiales, o si en cambio se limita a hablarnos de ese ingenuo y desventurado repartidor de pizza al que ni después de muerto dejan tranquilo. Finalmente apunta en muchas direcciones sin llegar a profundizar en ninguna, y aunque acabemos por conocer casi todos los detalles principales del suceso, uno no puede dejar de pensar que con estos mimbres se podía haber contado mejor esta historia.