Soldados de la Guardia Nacional se encuentran haciendo maniobras por el mismo territorio en el que en 1876 se libró la famosa batalla de Little Big Horn, durante la cual murió el General Custer. De repente, escuchan unos disparos.

No es la primera vez que la serie nos sumerge en la Historia, cuando personas corrientes se ven inmersas en capítulos heroicos o trágicos de Norteamérica, destinadas a jugar un papel trascendental o testimonial en aquellos acontecimientos que configuraron nuestro presente. El eco de unos tiros lejanos, el hallazgo de una cantimplora perteneciente al 7º de Caballería, el avistamiento de humo blanco, el sonido de unas flechas rasgando el aire, nos da pistas sobre lo que espera al otro lado de la colina. La figura, tan odiada como venerada, del General Custer, atraviesa el campo como un fantasma. Nos sentimos impulsados a fundirnos con el pasado, a enfrentar el peligro, a derramar nuestra sangre en pos de la gloria. La emoción de viajar al tiempo y lugar donde se gestó el mito nos da alas para soñar.