Ludwig Fainberg, alias "Tarzán", Juan Almeida y Nestor "Tony" Yester; o lo que es lo mismo, el encargado de un club de striptease, un hábil vendedor con múltiples contactos y un espía cubano en busca y captura son los protagonistas de esta rocambolesca historia tejida de amoralidad ocurrida en los noventa y que haría las delicias de un Scorsese. Lo que más sorprende no es que hablen como si nada de asesinatos, extorsión, narcotráfico, prostitución, crimen organizado, venta de armas y otros fantásticos delitos, sino que además lo hagan con gracia, con desparpajo. Y que sigan vivos para contarlo.

Todo empieza con la llegada a Nueva York de "Tarzán", su aterrizaje en "la tierra de las oportunidades". Poco después comienza a trabajar a las órdenes de la familia Gambino. Fundamentalmente, su compañero y él se dedicaban a provocar incendios, aunque también se encargaban de propinar alguna paliza de cuando en cuando. Nada serio. Tras el asesinato de su compañero "Tarzán" ve el momento de cambiar de aires y se muda a Miami, donde abre un sórdido local llamado "Porky's". Allí solían reunirse maleantes de diversa ralea e incluso famosos –Sting, Vanilla Ice–, en noches crudas y salvajes, salpicadas de droga, iluminadas de peligro. Más tarde Fainberg conocerá a Juan Almeida, quien le presentará a "Tony" Yester. Juntos llevarán a cabo un par de lucrativos negocios con los colombianos, aprovechando las nuevas oportunidades nacidas gracias al desmantelamiento de la URSS.

El documental se muestra hábil a la hora de generar interés y dosificar la información. A cada rato asalta la duda de cuánto de lo que afirman pasó realmente. Un aspecto a destacar es el hecho de que a las declaraciones de los pintorescos protagonistas se opongan las de los policías. Así, si oímos que refiriéndose a alguien le describen como "buena gente, te echabas muchas risas con él", acto seguido nos presentan al detective de turno que nos informa de que esa misma persona era "extremadamente violenta, se le imputaban decenas de crímenes...".

Hay episodios fabulosos, como cuando para salvar el pellejo Juan Almeida se hace pasar por un narcotraficante archiconocido (aún cuando físicamente se parezcan más bien poco) ante una mesa repleta de gánsteres rusos armados hasta los dientes. O cuando "Tony" se adelanta a sus amigos y decide jugársela. Y qué decir del momento de la sauna, de toda esa negociación para hacerse con un submarino soviético, tomándose fotos junto a militares de alto rango y posando frente a la embarcación. "¿Lo quieren con misiles o sin misiles?".