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Voto de La mirada de Ulises:
7
Drama Chun Tao-Chung ha trabajado como sirvienta para la familia Leung durante sesenta años. Ahora cuida de Roger, el único miembro de la familia Leung que aún vive en Hong Kong. Un día, al volver del trabajo, Roger descubre que Tao ha sufrido un derrame cerebral y la lleva al hospital. Cuando ella le dice que quiere dejar su trabajo y marcharse a una residencia, él le encuentra una habitación en un centro dirigido por un viejo amigo. A ... [+]
8 de abril de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Oriente vienen los Reyes Magos y también el mejor cine... o, al menos, el de mayor carga humanista y pureza narrativa. Además de las joyas llegadas de Irán, lo acabamos de comprobar con las japonesas "Una familia de Tokio" y "De tal padre, tal hijo", y ahora nos lo confirma la china "Una vida sencilla" de Ann Hui. Su historia es como la vida misma -de hecho es la historia real de uno de los productores-, una mezcla de momentos entrañables y duros, de situaciones de dolor y buen humor en los que se comprueba que se recoge lo que se siembra... durante toda una vida. Eso lo tiene muy claro Roger, productor de cine y soltero que se vuelca con Ah Tao cuando ésta sufre un ictus y pide ir a una residencia de ancianos (para no estorbar, aunque no lo dice). Durante sesenta años, esta anciana ha atendido cuatro generaciones de la familia trabajando como criada en su casa en Hong Kong... y no han faltado los momentos de tener que cuidarles en la enfermedad, de hacerles a diario sus platos favoritos o de ver cómo volaban del nido para triunfar en Estados Unidos. Ahora, llega el momento de que las tornas cambien...

Lo primero que llama la atención en esta pequeña obra maestra es la sencillez y limpieza formal para contar lo más básico y cotidiano de la vida. La cámara no se pierde en movimientos innecesarios que distraerían la quietud de las escenas, el tempo mantiene el tono parsimonioso que permite contemplar una vida llena de paz que se apaga, el montaje se sirve de la elipsis narrativa para llegar hasta pequeños acontecimientos en este epílogo familiar y no perderse por el camino, las notas de piano puntean con delicado lirismo una historia de amor y agradecimiento... No sobra nada y parece que todo es fácil e sin autoría, y eso porque la directora opta por desaparecer para sean los personajes quienes nos hablen. Y nos hablan de una vida de sacrificio y de entrega que ahora recibe su recompensa, de una criada que es elevada a la categoría de familia, de una mujer que lo dio todo con generosidad y que ahora ya no sabe dejar de hacerlo, de un joven que entiende que su lugar está junto a esa mujer que le enseñó a amar y a servir.

Nos adentramos en la residencia de ancianos y abundan las escenas de dolor, ya sea por la precariedad material o asistencial de los responsables, ya sea por asistir al declinar de unos instrumentos que dan sus últimas notas desafinando... pero que conservan un punto de humanidad, como termina demostrándonos ese viejo verde y conquistador. Desconcertada y confusa ante lo que ve, Ah Tao llega a la residencia y descubre un mundo nuevo que no había contemplado antes. Pero ella sabe mirar a lo profundo de esas personas discapacitadas, y por eso pronto comienza a comprenderlas y quererlas. Y, sobre todo, no quiere dar trabajo ni ser una carga pata nadie... porque siempre ha sido la servidora de todos. No está acostumbrada a ser el centro de atenciones, a ser objeto de regalos, a merecer el tiempo de los demás... Pero su labor durante sesenta años y ahora en la residencia no puede dejar de producir sus frutos, y por eso recibe todo el afecto que su mismo corazón encierra.

Magnífico -por no decir impecable- es el trabajo de Deannie Ip, cuya sola mirada llega cargada de exquisita humanidad y cuyas reacciones muestran tal grado de sensibilidad que el espectador no puede dejar de sentir simpatía y conmoverse ante lo que ve. Hay interioridad y tacto para ver lo que pasa en esas almas atribuladas por los años, y también trascendencia para saber o intuir que tras la muerte habrá un Dios que les espera y que les sigue cuidando, atento a su ordenador para no pedirles más de lo que puedan soportar. No faltan, por otra parte, los momentos de contenida y profunda emoción, sin necesidad de una banda sonora que los intensifique ni de diálogos forzados que expliciten los sentimientos, como tampoco faltan el fino y elegante humor o los instantes de dolor y tristeza... porque la vida se va, de manera tan silenciosa y sencilla como incuestionable, pero con la satisfacción de haber conocido a Ah Tao, porque nunca la muerte fue tan dulce ni la vejez fue tan sabia y ejemplar.
La mirada de Ulises
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