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Voto de Néstor Juez:
6
Drama. Fantástico. Intriga. Musical Primera parte de las tres que componen "La flor", tercer largometraje de Mariano Llinás. Consiste en un prólogo (la presentación del film a cargo del director) y dos episodios. En el primero, una momia libera una maldición en una excavación en una provincia del interior de Argentina. En el segundo, una pareja de cantantes pop se reúne para tocar después de muchos años, mientras una mujer se inyecta veneno de escorpión con fines ... [+]
11 de diciembre de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
CRÍTICA DE LAS TRES PARTES DE "LA FLOR"
Y los días 26, 27 y 28 de noviembre a las 18:30, 16:30 y 17:30 se vio el mastodonte del festival: La flor, ambiciosa y peculiar película de 14 horas de Mariano Llinás. Película en tres partes, compuesta por seis historias. Cuatro que empiezan y no acaban, una que acaba y empieza y una que cierra toda la película sin haber comenzado. Seis duraciones, seis géneros, diferentes personajes. Una conexión: las mismas cuatro actrices. Tres sesiones, una con un intervalo de 15 minutos y las otras dos con dos intervalos cada una. 40 minutos de créditos finales. Un desafío fílmico sin precedentes en nuestro acervo. Un cuaderno de bitácora fílmico, un diario de referencias, pensamientos e ideas en forma fílmica. Una propuesta ultranarrativa. Un gran chiste, largometraje de surrealismo y mordaz humor presente en todo instante. Un juego planteado como un desafío, como así nos lo introduce el propio Llinás en interpelaciones a cámara insertadas en algún momento de cada una de las 3 partes. Cámaras oscuras, cine mudo. Musical, terror de serie B. Espías, metaficción de investigación. Rusia, París, Vietnam, Bulgaria. Argentina, por supuesto. Literatura, Casanova, música, romances. Clasicismo en su forma, sobre todo en su banda sonora, cercana al suspense de las películas de los años 40. Voz en off que enriquece el discurso visual, y poso reflexivo y filosófico que dota de interés los sucesos. Una película realmente entretenido que se ve mucho más a gusto de lo que se podría imaginar. Pero es iluso no percibir que lo valioso es el dispositivo, la estructura, las costuras, no en sí lo narrado. Ninguno de los relatos llegan a términos claros, ni hay razonamiento alguno a la presencia de ciertos elementos o su relación con otros, es arbitrariedad hija de la experimentación de su padre. Y en el plano visual la película es rematadamente pobre, deducimos consecuencia de los pobres medios de producción y de que, parece evidente, la refinación estética no se encontraba entre las obsesiones de Llinás. Aún con esto, al César lo que es del César, estamos ante una obra monuméntica. Única en su especie y con un lugar predominante en el panorama cinematográfico del año. Servidor la disfrutó, y es sin duda un visionado recomendable para los más cafeteros. Pero su interés es relativo para todos los demás.
Néstor Juez
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