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Voto de Néstor Juez:
7
Drama. Fantástico Una noche, en su torre casi vacía del Londres actual, Adam tiene un encuentro casual con un misterioso vecino, Harry, que pone patas arriba el ritmo de su vida cotidiana. A medida que va surgiendo una relación entre ellos, a Adam le preocupan los recuerdos del pasado y regresa a su ciudad natal y al hogar de su infancia.
23 de febrero de 2024
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos cineastas han exhibido mas sensibilidad, sabiduría emocional y estilo practicando cine de temática homosexual que el realizador británico Andrew Haigh, de trayectoria breve pero honda expresividad dramática y formal. Tras un intervalo de algunos años afanado en la producción televisiva regresa al largometraje con una perla independiente que comenzó la temporada de premios estadounidense con aspiraciones a jugar un papel relevante pero que ha culminado quedándose de lado, pero sin por ello perder el favor entusiasta de gran parte de la crítica. Propuesta tan delicada como intensa es Desconocidos, protagonizada por Andrew Scott, Paul Mescal, Claire Foy y Jamie Bell. Un ejercicio de confrontación de traumas a través del fantástico, que logrará mediante su elegante dispositivo acariciar los resortes emocionales de no pocos espectadores. Una construcción de refinado andamiaje estructural que, bien es cierto, se apoya en la emotividad preciosista como gesto ornamental complaciente, pero trufando su ensamblaje de instantes de inspiración atmosférica.

Ya en sus primeros compases Haigh traza las suficientes pistas para que el espectador cuestione la naturaleza de las imágenes, pues estas no aluden, de manera más o menos veladas, a la naturaleza física de la cotidianidad del personaje protagonista. El tormento de este es hondo, y si bien se encuentra recurrentemente con padres y amante es inevitable que le percibamos como dolorido animal solitario, cuya soledad no parece tener cura. Por lo tanto, la integración en la producción de los códigos del fantástico no persiguen sino dar carne a escenarios mentales. La oportunidad de un nuevo amor con el que comenzar de cero coincide con la confrontación directa mas inesperada posible con la herida mas grande de la juventud. El filme atraviesa estadios amargos de tristeza, melancolía y ensoñación, y estos se representan con colores, reflejos de sol o gestos (y en varios instantes, con cierto exceso afectado, música) antes que con palabras o acciones. Se produce una sugerente dinámica paralela entre dos dimensiones enfrentadas: el discurso emocional es de vasto calado universal, pero su canalización física se concentra, minimalista, en un puñado de personajes y localizaciones. Filme intenso que crece hacia dentro.

Estelar trabajo de su reparto, desgarrados y llenos de complejidad humana en su presentación, e impresionante eficacia para la sorpresa la de su dispositivo, que se comprende sin necesidad de ser explicado pero preserva en el proceso el aura de misterio tan propia de los grandes logros cinematográficos. Gracias a esta representación imposible, de naturaleza fantasmagórica, se representa con literalidad el proceso de duelo y se regresa a la infancia rehuyendo el flashback. Y si bien el relato familiar acapara la mayor parte del metraje y la indagación psicológica del drama, la química entre Scott y Mescal es tan fuerte que hacen de sus escenas conjuntas (destacando en este sentido unos planos en una discoteca de tintes oníricos), hasta tal punto que lastimamos que no lleguemos a conocer mas de ese personaje de magnética mirada que, independientemente de su naturaleza fantástico, ejerce de interruptor del recorrido del protagonista y punto de ignición de la faceta sensual del filme.

Película tan estimable y delicada como ensimismada en su preciosista dispositivo y complaciente con sus estrategias para forzar emotividad. Fía gran parte de su propuesta a la frescura de su gran ocurrencia argumental, que nunca se explica pero resulta asequible dilucidar durante los compases tempranos de la narración, por lo que tan pronto la novedad se diluye también lo hace la sensación de cambio. La progresión, sea esta argumental, emocional o formal, es determinante en toda gran película, y Desconocidos es tan emocionante como estancada. Los ingredientes se disponen, y posteriormente no crece sino que da vueltas alrededor de ellos. Y si bien respeta a sus personajes y les construye con cuidado, Haigh se apoya de manera facilona en músicas, encuadres o gestos gastados del cine de qualité para subrayar la lágrima, resultando estas más un tic o una vestimenta que un vehículo de revelación o una vía para profundizar en una plétora de significados.

Espectral y trágica, Desconocidos sirve de ejemplo del buen estado del cine británico independiente contemporánea, da a Andrew Scott un papel para el Olimpo cinematográfico a la altura de su talento y reivindica a Andrew Haigh como una voz a seguir vigilando de cerca. Bien es cierto que quizás nos encontramos ante su peor largometraje, pero no por ello deja de ser un encomiable trabajo que mantiene alto el excelente nivel de la taquilla española de este inicio de 2024.
Néstor Juez
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