A continuación visionamos la película propiamente dicha, Paths of the soul, dirigida por Zhang Yang. En el Tíbet, un grupo de aldeanos familiares emprenden una de las peregrinaciones más exigentes sobre la faz de la Tierra: Caminar a pie, entre genuflexiones y oraciones, de Nyima a Lhasa, capital sagrada del Tíbet que se halla a casi 2000 kilometros. Un viaje de casi un año, en el que las adversidades e inclemencias no harán decaer la alegría y la fe. Una propuesta cercana e indómita que pasea en la fina línea entre ficción y documental. Actores no profesionales y ausencia de guión para una película centrada en captar con la mayor precisión la intensidad y naturaleza heroica de la peregrinación, así como la espectacularidad de la misma. Una película netamente humana, que transmite sin sordina el candor y bondad de sus personajes. Lo que atrapa al espectador desde el primer minuto es la arrebatadora belleza de la fotografía, que capta en toda su magnitud los espectaculares paisajes naturales de la travesía. También es fácil empatizar con la sensibilidad de la película, que logra que comprendamos y admiremos la empresa de los penitentes.

Por espectacular que pueda ser la fotografía de una película, una gran obra no puede apoyarse enteramente en ella. Pasada la introducción la película no ofrece elementos nuevos, y sus matices de admiración y simpatía terminan resultando escasos, en un devenir que nunca logra que conozcamos en mayor profundidad a sus individuos. A lo que asistimos en 120 minutos se podría haber sintetizado con poco esfuerzo en menos de hora y media. Todo aquel espectador que no esté acostumbrado a ritmos lentos encontrará dificultades para hacerse al filme, que precisa de la filia esteta del que la ve para tener sentido.

Lírica, reflexiva y exótica, Paths of the soul es un relato respetuoso y personal que se acerca a un viaje encomiable, pero que muestra pocos elementos que enriquezcan y eleven la apuesta.