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Voto de Néstor Juez:
7
6,3
1.072
Drama
Una familia con problemas tiene que afrontar los hechos después de un grave suceso en el lejano control fronterizo donde estaba destinado su hijo cuando realizaba su servicio militar. (FILMAFFINITY)
14 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del mismo modo que, en relativamente poco tiempo, fui capaz de analizar la mayoría de películas integrantes de la sección oficial del último Festival de Cannes, así como las obras más relevantes de la Berlinale 2017, procedía hacer lo propia con las competidoras del Festival de Venecia. Muchas de ellas participaron en la SEMINCI, pero pese a visitar Valladolid no pude visionarlas en ese contexto. Pero el azar quiso que, el mismo día que veía El insulto, disfrutara de madrugada del filme que nos ocupa: el drama israelita de temática bélica Foxtrot, dirigida por Samuel Maoz, distribuida en España por Wanda Films y galardonada con el Gran Premio del Jurado en la ciudad italiana. Preseleccionada estuvo también entre las nueve finalistas a Película extranjera en los Óscar, pero se quedó a las puertas de la nominación. Nunca pude ver la anterior película del realizador, que se llevó el León de Oro en su día, por lo que la premiación de esta y su acabado visual captaron con fuerza mi atención. No pudo ser en un pase, ni a la hora más óptima, pero igualmente aproveché la oportunidad para descubrirla en salas, haciendo el acopio de energías que fuera necesario. Y aún agradeciendo añadir a mi imaginario tan fresca experiencia la película fue una leve decepción. Hablamos de una buena película, filmada con un estilo personal y seductor. Pero es un evidente caso, cómo dijo uno de mis lectores, de hermoso continente para un pueril contenido. O por lo menos, pueril en su enfoque.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Desde la calma de su apartamento en día gris, Michael Feldman (Lior Ashkenazi, entregado al dolor y el extravío emocional) recibe la peor de las noticias; Jonathan (Yonaton Shiray), el hijo que tiene con Daphna (Sarah Adler), ha caído en el campo de batalla. Pero cuando estén preparando el entierro, resulta que el paradero de Jonathan, estancado con otros soldados en un puesto militar de paso de una carretera abandonada, no es el que parecía. Una historia en dos tiempos y dos escenarios de unos padres y la ausencia de un hijo. Una mirada diferente a cómo las guerras afectan a los ecosistemas familiares de sus soldados, cuyas preocupaciones nada tiene que ver con lo que en ellas se dirime. Un relato de confusiones, tedios y los absurdos de la vida del soldado. Lo que hace la película única es el estilo de Maoz: alta fragmentación, con muchos planos cenitales, y un elevado cuidado de la estética. Planos cerrados y opresivos, montaje picado pero no por ello rápido. Ritmo trémulo, acrecentado por un trabajado diseño sonoro que deja al filme en silencio: no oímos ni ruido ambiente, tan sólo los pasos de las personas, golpes de objetos y diálogo. Y pese al seco relato, sórdido y carente de alegría, sorprende con un peculiar y efectivo sentido del humor, altamente absurdo, materializado en estampas como el constante hundimiento del búnker en el que duermen los soldados en el barro o el momento en el que un compañero de Jonathan baila un Foxtrot tras pasar por el puesto un camello. Título escogido con acierto, pues se alude tanto al baile como al término radiofónico. Película de atemperado inicio, peculiar y rompedor final y extravagantes giros argumentales. En suma, película de difícil visionado y ambiguo mensaje, pero disfrutable por original.
Allí dónde la realización y estética de Foxtrot es un éxito, su argumento no funciona ni por asomo igual de bien. El drama es impostado, distante, y ciertos momentos resultan molestos por provocadores. La estructura del filme, que inicia con los padres, desemboca al hijo y vuelve a los progenitores, juega en su contra. Pues si los soldados y su puesto ofrecen de lejos los mejores momentos del filme, sus padres en su apartamento ocupan la mayor parte del metraje, y lo que en este sucede no tiene demasiado interés. Los personajes finalizan el relato desdibujados, y el filme no ofrece ningún conflicto convincente ni temas que emocionan y perturben más allá de la distancia que crea su virtuoso aparato. Por todo ello, hablamos de un filme técnicamente encomiable que se muestra incapaz de redondear la experiencia en el plano del relato y las experiencias sensoriales del espectador.
Silenciosa, engolada y surrealista, Foxtrot es un ejercicio de estilo que no emociona, pero su rareza es en sí misma un buen motivo para darle una oportunidad.
Allí dónde la realización y estética de Foxtrot es un éxito, su argumento no funciona ni por asomo igual de bien. El drama es impostado, distante, y ciertos momentos resultan molestos por provocadores. La estructura del filme, que inicia con los padres, desemboca al hijo y vuelve a los progenitores, juega en su contra. Pues si los soldados y su puesto ofrecen de lejos los mejores momentos del filme, sus padres en su apartamento ocupan la mayor parte del metraje, y lo que en este sucede no tiene demasiado interés. Los personajes finalizan el relato desdibujados, y el filme no ofrece ningún conflicto convincente ni temas que emocionan y perturben más allá de la distancia que crea su virtuoso aparato. Por todo ello, hablamos de un filme técnicamente encomiable que se muestra incapaz de redondear la experiencia en el plano del relato y las experiencias sensoriales del espectador.
Silenciosa, engolada y surrealista, Foxtrot es un ejercicio de estilo que no emociona, pero su rareza es en sí misma un buen motivo para darle una oportunidad.