Es como si el que mueve los hilos del nuevo orden mundial, quisiera darnos una clase rápida de las nuevas moderneces y costumbres de los millenials, y de los que los padecen, y de paso, acostumbrarnos a lo que nos espera, todo ello en forma de película subvencionada por televisión española, osea, todos nosotros: poliamor y muchas más variaciones o desvíos amorosos, cría de niños con múltiples familias, pagos por bizum, mujeres siempre fuertes e inteligentes excusadas por ser infieles, hombres siempre tontos y débiles, youtubers, desquiciadas ultrafeministas, lo normal que es estar esperando en una sala de urgencias de la sanidad pública casi siete horas... Fernando Colomo ya dio mucho la vara con Tigres de papel para dejarnos claro lo guay que era vivir y follar en comuna y ser progre. Y aquí vuelve a decirnos lo mismo, eso sí, menos coñazo, porque aquella aburría a las piedras. De ésta no hay mucho que rascar: Salvo el buen hacer del siempre grande Karra Elejalde (merece mejores películas) y una simpática Toni Costa, el resto del reparto resulta insípido, ningún descubrimiento como los que encontrabas en cualquier comedia española de otras épocas, todo son gente de series adolescentes. Y lo peor es que es tan de estos tiempos revueltos que no van a ver ni un desnudo femenino ni nada que no sea políticamente correcto y blando. Colomo vuelve a lo de siempre, la comedia madrileña de líos de pareja, algo que antaño se le daba estupendamente y resultaba fresco pero que ahora parece descongelado y recalentado en un microondas. El guión no puede ser más previsible y lo peor es que no tiene ni pizca de gracia: Algún gag suelto y poco más. La enérgica dirección del director y ese tono freak a lo Power Ranger y Salón del Manga la salvan de la quema total.