Fue pura casualidad toparme con esta película. No había entradas para la sesión que habíamos planeado ir en el festival de cine europeo de Sevilla, y nos dieron entradas para esta. No sabía de la gran joya con la que me iba a encontrar hasta que entré en la sala. El comienzo, algo inconexo, funciona como puerta (difícil de abrir, eso sí) para un impresionante mundo en el que el teatro y la película conviven de manera casi idílica. Es mágico como se relacionan, y una vez estás inmerso completamente en la película (en cosa de unos quince o veinte minutos), ni siquiera tienes la posibilidad de pestañear ante tamaña obra ejemplar de buen cine. Faltan los adjetivos cuando intentas expresar todo lo que transmite la película a pesar de que la boca se te llena de buenos calificativos. Vayamos por partes. Tras una más que notable interpretación de los personajes, todos ellos dispares y con un desarrollo profundo, se encuentra una imagen perfecta. Cabe destacar el extraordinario trabajo que conlleva el trasladar una obra de teatro como la de la película a un territorio tan áspero y frio como el de la fundición y que no entren en ningún conflicto estos dos elementos. Es impresionante ver como los actores cambian sus registros y comienzan el ensayo sin previo aviso, como se adueñan del paraje inhóspito para su propósito. Si tuviera que destacar algún punto negativo en esta película sería el de la historia principal que se vive en el plano de la realidad, algo floja y no muy trabajada, aunque sirva como nexo entre los 2 planos, se podría haber profundizado y llegar más allá de la perfección que irradia la película.