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Voto de Juanfraner:
6
29 de noviembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Lewis tenía una visión: la película de serie B definitiva, la que iba a unir en un crossover imposible terror y bikesploitation. Ambos eran géneros muy populares a finales de los sesenta y principios de los setenta y favoritos de una escena alejada de las alfombras rojas y el glamour de Hollywood: la de los drive-ins y las grind sessions de doble programación.
No eran ingenuo ni un pardillo. Lewis había trabajado como productor nada menos que en "Easy Rider", "Born Losers" y "Hell's Angels on Wheels", tres títulos muy populares (sobre todo el primero) del bikesploitation. En esto entran en escena Paul Lavesque y David Kaufman, ambos salidos de American International Pictures (la compañía para la que trabajaba Roger Corman), quienes le entregan a Lewis justo el guión que estaba buscando. Un apretón de manos y la película ya estaba en producción. El trabajo de Lavesque como ayudante de dirección en las pelis de motoristas “The Savage Seven” y “Naked Angels” le hizo ganar la confianza de Lewis para posicionarse como director.
Con un casting de sólo seis actores profesionales (Stephen Oliver era una cara conocida en el universo cinematográfico motero y Donna Anders venía de protagonizar “Count Yorga, Vampire”) la película echó a rodar hasta que el dinero se agotó. Entonces el personal siguió para terminar como pudo la película a costa de sus propios bolsillos.
Ahí empiezan los problemas. Ahí, la grandiosa visión empequeñece a golpe de (falta de) talonario. Ahí, lo que podría haber sido algo grande, se convierte en una película más. Pero disfrutable para quien la vea sabiendo un poco lo que va a encontrar.
No eran ingenuo ni un pardillo. Lewis había trabajado como productor nada menos que en "Easy Rider", "Born Losers" y "Hell's Angels on Wheels", tres títulos muy populares (sobre todo el primero) del bikesploitation. En esto entran en escena Paul Lavesque y David Kaufman, ambos salidos de American International Pictures (la compañía para la que trabajaba Roger Corman), quienes le entregan a Lewis justo el guión que estaba buscando. Un apretón de manos y la película ya estaba en producción. El trabajo de Lavesque como ayudante de dirección en las pelis de motoristas “The Savage Seven” y “Naked Angels” le hizo ganar la confianza de Lewis para posicionarse como director.
Con un casting de sólo seis actores profesionales (Stephen Oliver era una cara conocida en el universo cinematográfico motero y Donna Anders venía de protagonizar “Count Yorga, Vampire”) la película echó a rodar hasta que el dinero se agotó. Entonces el personal siguió para terminar como pudo la película a costa de sus propios bolsillos.
Ahí empiezan los problemas. Ahí, la grandiosa visión empequeñece a golpe de (falta de) talonario. Ahí, lo que podría haber sido algo grande, se convierte en una película más. Pero disfrutable para quien la vea sabiendo un poco lo que va a encontrar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El argumento, como en todas las películas de motoristas, es sencillo: una banda de moteros va viajando por ahí y les pasan cosas (¿no es eso lo que ocurre en “Easy Rider”, que tantos parabienes se lleva?). Por supuesto, está el giro sobrenatural, que es lo que la eleva por encima de la media de las películas de bikesploitation.
Una banda de motoristas liderada por Adam, su pareja Helen y Tarot (el "vidente" del grupo) se encuentra en su peregrinación con una secta satánica. La banda es drogada y Helen secuestrada e hipnotizada para convertirse en la “novia de Satán” tras un ritual. Aunque consiguen rescatarla, el ritual se ha completado, y el vínculo con el Diablo, se ha sellado. Helen y su pareja, Adam, están malditos. En el viaje que sigue a la parada, los miembros de la banda empiezan a morir por las noches, atacados por la pareja, que se han convertido en licántropos. Adam, que no recuerda las noches y tampoco cree en lo sobrenatural, achaca las muertes a ataques de fieras. Tarot, en cambio, cree que hay un elemento sobrenatural en las muertes. Hasta aquí todo suena bien, ¿no?
¿Qué ocurre, entonces? No es ni el guión (aceptable), ni la dirección, ni las actuaciones (que es todo correcto, sin tirar cohetes). Tampoco la banda sonora, que es una delicia psych-country-rock de Don Gere, aunque su montaje con las imágenes podría haber sido más fino. No. El problema es la falta de efectos especiales. Lo que iba a ser un gran final con explosión con rayo incluida (la profecía de la que habla el título en castellano) y un maquillaje aceptable se cancelan por la falta de pasta. Lo más que pueden hacer es pagar la visita de un maquillador de Disney un par de días. El maquillaje, clave para las escenas de transformación, se pierde. El final, se reescribe. Y aún así se consigue salvar un poco la cara en ambos aspectos.
Es una película que gustará a los amantes de la serie B, el trash cinema y Roger Corman. A pesar de sus evidentes carencias, es más que disfrutable.
Una banda de motoristas liderada por Adam, su pareja Helen y Tarot (el "vidente" del grupo) se encuentra en su peregrinación con una secta satánica. La banda es drogada y Helen secuestrada e hipnotizada para convertirse en la “novia de Satán” tras un ritual. Aunque consiguen rescatarla, el ritual se ha completado, y el vínculo con el Diablo, se ha sellado. Helen y su pareja, Adam, están malditos. En el viaje que sigue a la parada, los miembros de la banda empiezan a morir por las noches, atacados por la pareja, que se han convertido en licántropos. Adam, que no recuerda las noches y tampoco cree en lo sobrenatural, achaca las muertes a ataques de fieras. Tarot, en cambio, cree que hay un elemento sobrenatural en las muertes. Hasta aquí todo suena bien, ¿no?
¿Qué ocurre, entonces? No es ni el guión (aceptable), ni la dirección, ni las actuaciones (que es todo correcto, sin tirar cohetes). Tampoco la banda sonora, que es una delicia psych-country-rock de Don Gere, aunque su montaje con las imágenes podría haber sido más fino. No. El problema es la falta de efectos especiales. Lo que iba a ser un gran final con explosión con rayo incluida (la profecía de la que habla el título en castellano) y un maquillaje aceptable se cancelan por la falta de pasta. Lo más que pueden hacer es pagar la visita de un maquillador de Disney un par de días. El maquillaje, clave para las escenas de transformación, se pierde. El final, se reescribe. Y aún así se consigue salvar un poco la cara en ambos aspectos.
Es una película que gustará a los amantes de la serie B, el trash cinema y Roger Corman. A pesar de sus evidentes carencias, es más que disfrutable.