Jim Carrey está en su salsa. En esa salsa de muecas exageradas con las que empezó en esto de la interpretación. Y como tal, hace lo que tiene que hacer, y lo hace bien. Otro asunto es que te guste o no ese estilo. Basar una actuación solo en muecas es difícil pero por otra parte es lo que exige una película como La máscara. No veo en el papel a un gachupino cualquiera de esos que no son capaces de expresar nada, de esos en los que no hay diferencia cuando están enfadados o cuando está fornicando. Todo esto no quita para que Carrey esté exagerado, pero me reafirmo: es lo que había que hacer en esta ocasión.

Es cierto que la gran mayoría de las mamonadas son en base a topetazos, pero son aceptablemente simpáticos. Incluso acepto que los efectos especiales son bastante cutres, porque lo son, pero tampoco me parece que sea con lo que hay que quedarse de la película. Hay más que las transformaciones de globos en metralletas. No mucho más, pero algo hay.

Entre gestos y aspavientos tenemos un film bastante divertido. No creo que pase a los anales de nada, pero desde luego el rato lo pasas con algo más de gloria que de pena, y eso es tremendo. ¿Para que más? Diversión y entretenimiento. Es más que suficiente.