Darren Aronofsky, especialista en personajes obsesivos y atormentados, pinta un Noé alejado de meapilismos santurrones, proporcionándole al "único hombre justo" una personalidad compleja, contradictoria, intransigente y cuasi genocida. Pero claro, si "El Elegido" es sombrío, los "seculares" son mucho peores… porque no nos engañemos; al final esto es cine religioso puro y duro.

Para estirar una historia que no da para tanto metraje, Aronofsky echa mano de Abraham (colocando a Noé al borde del infanticidio).

Olvidándonos de la religión y tomándolo como producto meramente mitológico, cumple con su función de ofrecer espectáculo medianamente entretenido, recibiendo el influjo de "El señor de los anillos", "Conan el Bárbaro" (la antigua), e incluso los "Transformers". Por citar un precedente más gafapasta, su puesta en imágenes sofisticada a la vez que primitiva me recordó a la "Medea" de Pasolini (por cierto otro megalómano que también se arriesgó con la religión en "El evangelio según San Mateo").