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España España · Ferrol
Voto de Sahar:
7
Drama Adaptación de la tragedia griega de Eurípides en la que Pasolini muestra la trágica confrontación entre dos culturas incompatibles: el mundo mágico e irracional de Medea y el mundo racional de Jasón. Supuso la única incursión en el cine de la gran diva de la ópera Maria Callas. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2009
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película inspirada en la célebre tragedia de Eurípides (siglo V a. C.), que tengo la suerte de conocer bien (en segundo de carrera tuve que traducirla del griego).

El mito de Medea habla de un tema común en Pasolini: la difícil coexistencia entre la civilización moderna (representada por Corinto) y la barbarie del mundo antiguo (representada por la Cólquide). Es decir, explora la antítesis razón/irreflexión.

En la rocosa y primitiva Cólquide tienen lugar costumbres tan salvajes como un atroz sacrificio humano con canibalismo incluido, dentro de un rito de fertilización: ratas disecadas penden como adornos, entre primarios cánticos y extrañísimas indumentarias.
A esa tosca y basta patria de Medea se le contrapone Corinto, sociedad más refinada pero decadente, egoísta y xenófoba (crítica de la sociedad actual).
La moraleja es que lo irracional prevalece sobre lo cerebral: la erupción de los sentimientos no puede ser dominada por la razón, y el amor es una fuerza destructora (por amor Medea roba y mata).
Ahora que lo pienso, este mito sobre amores y celos violentos casa muy bien con el cine italiano, tan fecundo en cuernos e impetuosas mujeres despechadas.

En la antigua Grecia lo irracional estaba simbolizado (entre otras cosas) por lo femenino y lo extranjero: Medea reúne ambas cualidades, y eso la convierte en paria rechazada por la flamante Corinto, que recela de ella como elemento caótico, descontrolado, animal, vestigio de un mundo antiguo, atrasado y hechicero.
En definitiva, “Medea” trata también sobre el desarraigo y la inadaptabilidad en un mundo que señala al diferente con desprecio.

Aparte de que lo narrado en la primera parte no está en la obra de Eurípides (las peripecias en busca del vellocino las relata Apolonio de Rodas), Pasolini se aleja bastante del dramaturgo ateniense:
- La película es casi muda, frente a los largos parlamentos de Eurípides.
- Se elimina lo más fantasioso del mito (nada de dragones custodiando el vellocino, ni de carros tirados por caballos alados).
- La Medea de Pasolini es más monolítica, sin grandes vacilaciones, lejos del agudo tratamiento psicológico de Eurípides (cuya Medea alternaba la agitación y el furor con el raciocinio y la actitud reflexiva, con momentos en que titubeaba y dudaba de sus funestos planes).
- La narración no siempre es lineal: Pasolini utiliza recursos del cine para darle al último acto un plus de delirio, con saltos adelante y atrás, o repetición de escenas con pequeñas variantes.

La famosa soprano María Callas estaba ya algo mayor para encarnar a la Medea joven, pero cumple. Los demás actores son terribles (se diría que Pasolini buscaba el “rostro” adecuado antes que el “intérprete” adecuado). El vestuario y las localizaciones, de diez.
Sahar
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