Una mezcla de sensaciones recorre al espectador ante este film. Visión personal de una actriz que Annette Bening hace que viva para siempre en nuestro intelecto. Una magistral mezcla de personalidad y drama que empatiza sin necesidad de buscar en los sentimientos más profundos. La gran química que surge entre Annette Bening y Jamie Bell es más de la mitad del éxito de esta cinta. ¿Dónde tenían guardados a estos actores? Miradas, susurros, risas, desplantes y sufrimiento están todos guardados en cada primer plano de la pareja protagonista. El guion juega con el tempo, lo cual ameniza la breve historia narrada. Una dulcificada relación familiar, contrapuesta a la otra mitad, nos hace soñar sobre cómo es sentir en realidad amor y respeto. Delicadeza en cada gesto que, unido a una gran ambientación, nos transporta a la sutileza de las grandes pérdidas. Al final vemos que las fronteras, las lindes, son meras líneas imaginarias que tenemos que cruzar si con ello derramamos a nuestro alrededor la impetuosa fuerza del amor. Paul McGuigan, con una narración intimista y personal, se centra en intentar hacernos ver que se puede vivir intensamente con o sin vanidades y florituras... juego de imágenes contrapuestas unidas por los sentimientos.