El camino por el que la directora nos lleva merece una reflexión y un agradecimiento. Esa mezcla de necesidad de búsqueda de respuestas, otrora llamada la búsqueda de la verdad, y de intentar llenar ese vacío que no cubre nada en el sinsentido de la guerra. Anja Kofmel es consciente de la distancia y de la imposibilidad de saber a qué punto va a llegar, pero narra con cruda veracidad exponiendo sin cortapisas todo lo que considera necesario para expresar, y hacernos copartícipes, de sus sentimientos. La realidad, nos da a ver, que tiene más aristas de las esperadas. La realidad es caprichosa e inexplicable por toda la carga simbólica y confrontada que nos puede llevar a caminos sin salida, pero siempre los hechos son so que son y las conclusiones, guiadas o no, pueden buscarse en el interior de cada uno. La calidad con la que la directora narra los acontecimientos llenan de sentido esas oníricas circunstancias. La mezcla de formatos y de géneros allana el camino, pedregoso y cansino, de las oscuras circunstancias. Aún así vemos y asistimos con estupor a una realidad, muchas veces desconocida, e intentamos poner rostro a toda la barbarie sufrida en un tiempo cercano y en unas personas allegadas. Un trabajo de rompecabezas limado sin asperezas resultantes.