La calidad visual de cada imagen, recreada en si misma y en el preciosismo de los paisajes engancha al amante del manga. El guion cojea en su recreación de verosimilitud, pero no en la veracidad o verismo de sus conceptos. Tiene poso pero la amalgama de tonos hace que extrañe a propios y extraños. La idea base aumenta el nivel de su resultado final. Si se aprende a rascar veremos una pequeña joya que se deja ver, con sus intencionalidades dogmáticas y sus humores juveniles. Reminiscencias de las más desenfadadas series de antaño pero sin ligar del todo el producto final. Personajes entrañables que comparten vicisitudes universales. Ese juego de 'tempo' que justifica lo que todos pensamos.