Antes, no hace tanto, cuando un electrodoméstico no iba bien o trastabillaba se solía emplear el método ruso, así se llamaba: a la rusa, es decir, un golpe, una palmada, un puñetazo, o varios, hasta que el cacharro volvía a funcionar. Este método también se utilizó en la diplomacia con aquello de Nikita Khrushchev al reclamar la razón a fuerza de zapatazos sobre un pupitre de la ONU. También conocí a un hombre curioso que se estuvo en la División Azul de Franco, que en Letonia se hizo amigo de los rusos y, finalmente, volvió a España como héroe del Movimiento y, al tiempo, camarada del Partido Comunista en el exilio, un artista A este superviviente sus nietos le llamaban "abuelo martillo". Su caja de herramientas se reducía a esa herramienta con la que componía y arreglaba cualquier cosa o cualquier deterioro del hogar. Es la técnica del martillo, decía, lo más eficaz, me lo enseñaron los rusos, que son maestros en esto... Y a martillazos el cortacésped echaba a andar, la lavadora proseguía con el prelavado, y así con todo.

Tenía estas historias olvidadas. Salyut-7 me las ha devuelto. No obstante, la buena nota no viene exclusivamente de estos recuerdos agradecidos. La buena nota es muy justa y viene del mérito de una trama muy bien relatada, dinámica, interesante y envolvente y que, afortunadamente, nos muestra que este tipo de cine no es exclusivo de los yanquis e, incluso, que pude ser superior. Salyut-7 es mejor narrativa y técnicamente a Gravity o a The Martian, por poner dos de las últimas de este género.

Muy recomendable.