Hubo una época en la que me dio por comer sin sal. Había leído no sé dónde que era bueno para no sé qué. No me costó mucho, la verdad. La curiosidad tiene ese poder.
Al principio parecía como si la comida se hubiera vuelto casi silenciosa, sólo murmuraba al fondo, como si estuviera muy lejos, con un zumbido monótono medio sonámbulo, pero en menos de una semana los sabores de las cosas empezaron a explotar como si les hubiera llegado la primavera y llego a ser asombroso cómo el más sencillo de los alimentos, podía reunir tantas notas dispares preñadas de identidad propia. Como si de pronto me hubiera puesto unas gafas de tres dimensiones y pareciera que cada sabor se iba a estrellar contra mí en una especie de guerra de pinturas.
Hay algo de esa explosión que surge del silencio que queda tras quitar lo aparatoso, cuando descubres que ese mutismo no era tal, en esta película. Una especie de extraña sensualidad de las cosas pequeñas.
Por otra parte la cuestión del machismo está tratado de un modo tan obvio, casi didáctico de cole, que pierde todo el agarre que pudiera tener. Otros detalles como ver a los hombres (siempre los más ancianos) volverse contra una pared cuando ven pasar a mujeres, para no enfrentarlas (algo así como cuando se junta un grupo de desconocidos en un ascensor y nadie mira a nadie, sino arriba, a los lados... como fingiendo que no están ahí todos apretujados) dice más sobre ese machismo, que todas las parrafadas didácticas en boca de los personajes.
Una película que empieza preñada de una cierta pobreza esperanzada. En la educación que podría afectar a la siguiente generación, por ejemplo. Comienza con un empuje hacia el futuro.
Volviendo al tema del machismo, también se ve que es un problema, entre otras, cosas generacional. Los más ancianos, ya están esclerosados para otro cambio en las costumbres, y pareciera que les cuesta más adaptarse a estos, que a la miseria desoladora en que se ven inmersos mientras vagan no se sabe muy bien hacia dónde. El padre de la protagonista, buscando un sitio donde se viva de una forma que él pueda entender. Por horrenda que esa forma de vida me pueda parecer a mí, puedo comprender su necesidad de morir en un entorno que se rija de un modo que él pueda comprender, porque los nuevos tiempos, a su edad, simplemente le desorientan. Y se pasa la película despotricando contra ellos. El encuentro con otro anciano, perdido por esos caminos de Dios, que ya no sabe dónde va y que tiene tal extravío que prefiere quedarse a morir por el camino, me resultó desgarrador. Un final lleno de muerte que aparece con aquella mina que mata a la estudiante más entusiasta y no deja de gotear hasta terminar en esa ancianidad fuera de sitio, que se ha cansado de caminar en un mundo que no entiende.