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España España · Granada
Voto de Kikivall:
7
Drama Rusia, 1961. Rudolf Nureyev, el bailarín de ballet más grande de todos los tiempos, viaja por primera vez fuera de la Unión Soviética como miembro de la prestigiosa Kirov Ballet Company. Aunque el KGB sigue de cerca sus pasos y a pesar del gran peligro que conllevaba entonces la deserción, Nureyev huirá tomando una decisión que podría cambiar el curso de su vida para siempre. (FILMAFFINITY)
5 de mayo de 2019
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una obra que habrá de interesar y agradar sobre todo a cierto corte de edad y a espectadores que gusten del arte y la danza. La cinta hace un recorrido biográfico del famoso bailarín ruso Rudolf Nureyev, desde sus primeros aprendizajes cuando era niño hasta su viaje crucial a París. Aunque aborda elementos que tocan el tema político, en lo esencial, el foco se sitúa en el mundo del ballet, que está tratado con solvencia y calidad.

Estamos en 1961 cuando en la URSS gobernaba el aperturista Presidente Nikita Khrushchev. El más famoso bailarín ruso Nureyev viaja a Francia con la compañía Kirov Ballet Company, es su primer viaje al exterior. Su espíritu aperturista y el entorno parisino, sus amistades, lugares nocturnos de diversión, museos que visita, etc., le hacen tomar conciencia del espíritu de libertad que anida dentro de él. Aunque el KGB vigila sus pasos, Nureyev decidirá arriesgar en aras a su emancipación. Una difícil decisión que habría de cambiar su vida.

El conocido actor y director Ralph Fiennes se convierte en un director temático que apunta el objetivo hacia un personaje importante, para adentrarse en él y entender así mejor, la disciplina artística en la que destaca. En esta cinta adapta la novela biográfica de la sudafricana Julie Kavanagh, “Rudolf Nuréyev: The life”, para profundizar en el mundo del ballet.

El libreto del dramaturgo y guionista David Hare resulta bueno, con alguna irregularidad, y acierta a retratar a un Nureyev narcisista y engreído, orgulloso y tirano, pero con unas dotes para la grácil danza como pocos. Diálogos bien llevados y quizá un exceso de flashbacks que, empero, hacen a la revisión de la vida del protagonista. A la vez, el guión trenza épocas diferentes en la vida del bailarín y estados de ánimo que ondean al son de los acontecimientos según la etapa de su vida.

Este filme supone el debut de Oleg Ivenko, el bailarín profesional ruso que da vida al legendario Rudolf Nureyev, que realiza un excelente trabajo como bailarín y hace una labor digna encarnando a Nureyev. Magistral un Ralph Fiennes sembrado que borda el rol del profesor de ballet Aleksander Pushkin, que soporta una gris y tediosa vida conyugal. Me ha gustado la actriz Adèle Exarchopoulos, que en un estudiado hieratismo da vida a la señorita franco-chilena enamorada, Clara Saint, que fue quien ayudó a Nureyev en su huida. Acompañando un reparto muy bueno con actores y actrices de gran nivel como Louis Hofmann, Sergei Polunin u Olivier Rabourdin entre otros.

Fiennes se luce con una cámara atenta a la danza, una cámara que va por encima de los escenarios y los bastidores, admirando la belleza corporal del bailarín, la perfecta musculación fibrosa o los tendones y articulaciones flexibles al modo de las esculturas y pinturas que el joven Nureyev miraba atentamente en Museos y salas de exposiciones; y el movimiento omnipresente, dando la sensación por momentos de que los danzantes levitan venciendo la ley de la gravedad.

De igual manera Fiennes acierta a incursionar en el mundo interno de Nureyev, su enérgica y egoísta personalidad plagada de dudas personales; su rebeldía y terquedad en lo artístico; su desconcierto y sus vacilaciones en momentos cruciales, como cuando ha de decidir si quedarse en Francia o volver a la URSS; en fin, un retrato por derecho que roza lo implacable.

Al final hay un momento culminante y muy emocionante propio de un thriller político que viene a servir de contraparte al tono de la película hasta ese momento. Es el punto en el cual le es comunicado a Nureyev que volverá a la URSS sin viajar con el resto de la compañía a Inglaterra. La escena de la deserción, hace pasar al espectador por unos momentos de enorme angustia, instantes de enorme voltaje y el momento más decisivo en la vida de Nureyev, el primer gran artista soviético que escapó al mundo occidental. En la escena Nureyev, se aleja del grupo del KGB que lo vigila estrechamente, y aleccionado por sus amigos se dirige hacia unos policías de paisano que aguardan a su espalda y grita: “¡Quiero quedarme en su país”. Cuando los miembros del KGB se abalanzan sobre el bailarín, el inspector francés en un alarde de diplomacia dice: “No lo toquen señores, estamos en Francia”. Y ahí se obró la deserción. Más de uno que peine canas recordará sin duda el sensacional suceso que fue aireado por la prensa internacional y que supuso un serio revés para la tensa Guerra Fría. Este hecho me ha recordado otra excelente película titulada “El último bailarín de Mao” (2009), de Bruce Bresford, en la cual el bailarín clásico Li Cunxin de Pekín, tras su viaje a los EE.U., decide no volver más a su país (https://www.filmaffinity.com/es/user/rating/559502/898471.html#rev76327183).

En definitiva Fiennes ha realizado una película sobre el arte esencialmente, pues aunque haya elementos de la narración que rozan el cine de espionaje o político, el espectador interesado en esta cinta es esencialmente el amante al arte y particularmente a la danza. Un amor al arte como el que Nureyev busca con denuedo y de manera infatigable, no sólo en la música, también en la pintura, la escultura, las vidrieras de Notre Dame, cualquier rayo de hermosura como luz de inspiración a su irrefrenable fuerza física en busca de lo excelso.
Kikivall
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