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España España · Granada
Voto de Kikivall:
7
Drama. Romance Inglaterra, 1962. Florence y Edward, tienen poco más de 20 años. Ella de clase media alta, él de clase baja. Inocentes, vírgenes y enamorados cuando aún no se había publicado el primer LP de los Beatles y “El amante de Lady Chatterley” estaba prohibido, se casan y van a pasar su primera noche de bodas a un hotel, junto a la famosa Chesil Beach. Lo que sucede esa noche, entre sus palabras y sus silencios, cambiará sus vidas para siempre.
10 de julio de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película dirigida con oficio y rigor académico por Dominic Cooke, Ópera Prima que narra la historia de una noche de bodas y sus imprevisibles consecuencias. El guión de Ian McEwan es adaptación de su novela, “Chesil Beach” de 2007. McEwan es un excelente, sensible y prolijo escritor cuyas páginas son difíciles de transportar al cine, justamente por la minuciosidad y el detallismo de sus descripciones psicológicas y emocionales. McEwan habla del desabrigo, la ignorancia y el atraso que enfrentaba aquella juventud de inicios de los ’60 en Inglaterra (en España era aún peor, si cabe), cuando todavía la revolución sexual no había hecho acto de presencia en la paralizada y timorata sociedad del momento.

Dirección de calidad, que proviene de un Cooke acostumbrado al formato TV. Guión bien elaborado, con alguna laguna, pero bien escrito de McEwan, que no en vano es el padre de la criatura. Se une a ello una música adecuada de Dan Jones y una bella fotografía de Sean Bobbitt. La puesta en escena, vestuario y ambientación impecables.

Como siempre diré, los ingleses no tienen rival (salvo el caso argentino), en lo que a actores se refiere. Destaca en este film una actuación espléndida atravesando el film con delicadeza de Saoirse Ronan, cuyo rol de mujer estirada y mojigata interpreta a la perfección: entrecejo encogido, sonrojo, los detalles físicos del temor y la angustia ante el sexo como mundo desconocido para ella y también su carácter firme en relación a decisiones primordiales y definitivas. Billy Howle realiza un meritorio trabajo dando bien la réplica en su papel de joven enamorado y a la vez defraudado e incluso confundido, un personaje aturdido, vehemente, noble e impensadamente seductor. Ambos protagonizan una escena demoledora que difícilmente se olvida. El resto del reparto (p.e. una Emily Watson impecable, brillan con luz propia.

La noche de bodas, parte central de la cinta, está trufada de flashbacks y sirve para ir conformando la vida y semblanza de dos jóvenes que en esencia se aman, aunque no saben cómo hacerlo. Les toca además una época llena de rigor moral, inconvenientes múltiples para el amor, presiones, efugios, lo que va arrastrando el relato a un rosario de incongruencias y desatinos que concluye en unos personajes temerosos e incluso grises, como perdidos en la bruma de temores inconfesables.

Ese conflicto interno entre la pulsión amorosa y el rechazo a lo feo o reprobable; el gozo y la repugnancia; placer, dolor, una pareja virgen, desplegando sus tentáculos, amargos y tiernos, tanto hacia el pasado como hacia el presente y a sus consecuencias en el futuro. En el libro se relata en un párrafo lo que se interpone entre los amantes: “Su personalidad y su pasado respectivos, su ignorancia y temor, su timidez, su aprensión, la falta de un derecho o de experiencia o de desenvoltura, la parte final de una prohibición religiosa, su condición de ingleses y su clase social, y la historia misma”. Pues sí, es mucho lo que interfiere la relación entre Florence y Edward. Todo un melodrama generacional que demuestra que la juventud sería un enorme tesoro si poseyera la experiencia que dan los años.

La historia de Ian McEwan es verdaderamente lamentable, un relato que convierte el amor por diferentes rumbos en bufido, puñalada y halo de de destino trágico. Un encuentro nupcial que acaba en estocada firme, inflexible, sin opción a réplica, duro por demás, pero eso sí, llevado a cabo con trazos bellos y de buen gusto con los que Cooke sabe integrar tanta desgracia como desesperanza, así como esa manera burda y apresurada que es la única que los amantes aciertan a esgrimir frente a una opción que bien podría haber sido gestionada de manera feliz. Pero no es así. Por lo tanto estamos ante una cinta dolorosa que habla de muchas cosas y sobre todo de cuánto puede cambiar la vida por circunstancias imprecisas e incluso culturales; y de cómo este contexto de severidad cambió apenas unos años después. Historia, pues, de un error imperioso motivado por el orgullo e incitado por el fin de una época.

La correcta película de Dominique Cooke se publicita con el eslogan: “Una época distinta, un amor diferente”. Pues eso.
Kikivall
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