Llevaba una cuarto de hora viendo la pantalla partida, esperando que pasase algo, cuando, al fin un tío va en busca del móvil que se ha dejado en casa de una que daba una fiesta de cumpleaños y se conectaba por Skype o Zoom o lo que sea con el noviete, que está en Alemania y anima a los demás a venir. Lo de vente a Alemania, Paco.
Resulta que el tío se había morreado esta noche con la novia del que está en Deutschland. Y hay una foto. Y se entera su novia. La han colgado en Facebook. Se ve que la peli es “antigua”. Hoy sería Instagram. Resulta que el tío es un pichabrava que se dedica hacerse fotos con todos sus rolletes. No es un chaval, tiene 32 años. Luego salen dos comentando un vídeo en el que sale un gato que aúlla y se pee.¿Y a mí qué me importa? Para diálogos insustanciales basta hacer un viaje en metro.
Queda guay la pantalla partida, pero cuando a la hora, eran nueve pantallitas empecé a marearme.
Hoy todo son redes sociales, como antes todo era radio o tele. Pero no basta decir que va de redes sociales sino que hay que tener ingenio, imaginación.
No vienen a cuento tantas pantallas vacías, con el fácil recurso de gente que entra y sale.
Menos mal que son solo 80 minutos.
Todos los tíos son treintañeros y llevan barba, menos uno con bigotes y patillas largas.
Cuando faltan 10’ la cosa se aclara algo cuando solo hay una pantalla y hablan solo dos. Aunque el noviete desde Alemania dice. “Es un poco complicado todo esto”. Pues sí, pero no nos importa nada.
No quiero pensar mal pero algunas de las críticas que he leído aquí parecen ser favores de amigos.
¡Es que es low cost! Eso es accidental, hay que ir al resultado. Un cagajón de mulo es low cost pero no deja de ser lo que es.