La casa del infierno no es otra que la ostentosa, lúgubre y deshabitada propiedad de un tal Sr. Belasco, con B, según sabremos más tarde, en la que habita la maligna alma del buen señor y la de su hijo, y a dónde un millonario se emperra en enviar a una serie de parasicólogos para ver si se enteran de por qué este sitio está maldito. Bien. Cada uno con sus millones hace lo que le viene en gana.

Cosas por las cuales esta peli mola más que otras del subgénero de residencias endemoniás:
-La gente que se hospeda allí a ver si la matan no es la típica familia con necesidad de asilvestrarse tras un trauma sufrido y que escoge la vivienda a lo loco, sin fijarse si quiera en la obvia pinta que tiene de estar habitada por fuerzas malignas, como poco.
-Al estar rodada en 1973 nos ahorramos un montón de efectos digitales bochornosos, o no, pero seguro cargantes, que reduzcan la trama y el ritmo a una especie de video-juego ectoplasmático.
-Los años le caen encima a la peli como losas, lo que le otorga ese encanto único y enigmático de la pelis antiguas, cosa ésta que a mí, personalmente, me gusta, sobre todo en el cine de terror.
-Un final DE TRACA. Absurdo a más no poder, por tanto, sorprendente y difícilmente predecible. Siempre se ha dicho que los bajitos tienen muy mal café (yo me abstengo de opinar)

Los cuatro inquilinos por encargo de la casa del infierno son:
-Un parasicólogo físico ¿?. El típico listillo gafapasta (utilizo este término tan de FA para describir las antiparras del caballero, tamaño familiar)
-Una médium, a la que están currando todo el metraje, la pobre, que no puede ni echarse un sueñecito sin sufrir una agresión de algún ente salido o de algún lindo gatito.
-Un físico, que inventa cacharros que son la repera vinagrera.
-La mujer del físico, que no pinta nada aquí, pero sufre arrebatos de ninfomanía nocturnos que los traductores se negaron a traducir y tiene unos piños más terroríficos que los del mismísimo Drácula.