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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
8
Drama. Comedia. Romance Antes de la I Guerra Mundial (1914-1918), Elena (Ingrid Bergman), una bella princesa polaca, se enamora en París de un político francés, miembro de un partido radical, y de un general. Al mismo tiempo, un oficial suspira también por el amor de la princesa. (FILMAFFINITY)
10 de mayo de 2010
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos placeres, como la lectura, se degustan en solitario. En otros, como el fútbol, es la masa enfebrecida la que conforma una espiral de sensaciones. El cine, como el catolicismo, nació para ser vivido en comunidad, pero no creo ser nostálgico ni injusto si afirmo que ir al cine ya no es lo que era.

En las últimas décadas, seguramente desde la aparición del vídeo, muchos espectadores confunden sala con salón; a saber: el ruido ambiental antes de la proyección, entre charlas en alta voz y crujir de palomitas, se asemeja a un restaurante en hora punta. Hay quien, quizás como reminiscencias de antiguos hábitos burgueses, considerara aumentada su reputación si accede al recinto diez minutos después de empezada la película, obligando así a algunos a levantarse respetuosamente a su paso. Muchos están tan pendientes de sus obligaciones que no olvidan no desconectar el móvil, e incluso los más responsables mantienen agradables conversaciones cuando éste suena. Y, si uno tiene la extraña fortuna de coincidir con un grupo de adolescentes en celo, sus risitas y aullidos superan con creces la potencia de los altavoces, aunque, eso sí, obtiene a cambio valiosa información para un tratado sobre semiótica cachonda.



Es por eso que, cuando mis amigos del Cineclub Serrano de El Escorial me invitaron a ver con ellos "Elena y los hombres", me sentí inmerso en un feliz anacronismo, una arcadia cinéfila donde el punto de encuentro volvía a ser ese templo sagrado para el goce artístico. En feliz comunión de risas sincronizadas, disfrutamos de lo lindo con esas persecuciones vodevilescas que tanto recuerdan los momentos más jocosos de "La regla del juego", con el ritmo trepidante y sin pausa que impone Renoir, con la belleza irresistible de Ingrid Bergman, con la farsa bajo la cual se agazapa, sin estridencias, una sátira no feroz pero sí sagaz sobre la política, la guerra y el amor, siempre jugando entre la representación y la realidad: aunque no supere "La carroza de oro", gran cima del director que Truffaut tanto defendía, comparte con ella su misma reflexión de fondo sobre "el teatro de la vida".

Y, al término, la tertulia con los amigos y unas jarras en la mano debatiendo, como en la película, sobre los misterios del cine y de la vida.



Esta reseña urgente, manuscrita a toda velocidad —concretamente unos 280 kilómetros por hora, velocidad media del tren AVE entre Madrid y Barcelona—, pretende ser un homenaje a todas aquellas personas y asociaciones culturales que, sin ánimo de lucro, únicamente por amor al arte, promueven una manera de vivir y sentir el cine lamentablemente en vías de extinción.
Quim Casals
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