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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
9
Drama Tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Paul Renard, un joven francés, vive obsesionado por el recuerdo de Walter Holderlin, un soldado alemán al que mató. Después de leer y firmar la última carta de Walter, va a Alemania para hablar con su familia y pedirle perdón. Sin embargo, cuando la localiza y va a hablar con ellos, algo inesperado sucede. (FILMAFFINITY)
13 de noviembre de 2007
65 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
El incuestionable genio de Lubitsch en el arte del ingenio ha propiciado que habitualmente no se haya prestado mucha atención a "Remordimiento", su único drama sonoro, considerado por ello su film más atípico. Lo cierto, sin embargo, es que no lo fue en el momento de su realización, ya que se trataba una de sus primeras películas sonoras. Que de ahí en adelante sólo rodara comedias es lo que le ha otorgado, "a posteriori", esta condición.

De todas maneras, siempre he pensado que las obras presuntamente "anómalas" de grandes directores "encasillados" en un determinado tipo de películas suelen resultar altamente interesantes. Es el caso de la magistral "Una historia verdadera", de Lynch, algunas comedias de Bergman ("Una lección de amor", el episodio del ascensor de "Tres mujeres"…), o este "Remordimiento", que, para mi gusto, se encuentra a la misma altura que "Ser o no ser" o "La octava mujer de Barba Azul".

He hablado de drama, aunque la sinopsis del film (la historia de un soldado arrepentido de haber matado a un contrincante, que acude en busca del perdón de los padres de éste, y vive un romance con la que era su prometida) más bien nos hace temer el más desaforado y morboso de los melodramas. Un material de este calibre necesita, pues, una mano que sea especialmente ponderada, sutil, refinada y elegante. Por eso opino que Lubitsch (y quizá Borzage o McCarey en esa época, u Ophüls más adelante) era precisamente el más indicado para esta empresa. Y por eso el resultado, siempre bajo mi punto de vista, casi no puede ser otro que un drama químicamente perfecto. El "toque" Lubitsch, al servicio, ésta vez, de la emoción y la reflexión.

Dos cosas, finalmente, a destacar. Por un lado, la inconmensurable actuación de ese auténtico animal escénico que era Lionel Barrymore. Por otro, constatar cómo la película, sin caer nunca en el panfleto (ahí es dónde reside el merito de los grandes directores) se convierte en uno de los más contundentes alegatos antibelicistas jamás filmados, emparentándose así con títulos clásicos como "La gran ilusión", "Senderos de gloria", "Rey y patria" —éstas dos últimas quizá centradas más en el antimilitarismo—, "Johnny cogió su fusil" o "La delgada línea roja".
Quim Casals
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